Fin de semana. Y me pregunto, ¿porque me gusta tanto el fin de semana?,
si a mi me dá igual un lunes que un sábado, que un domingo que un martes
y lo digo por el trabajo que tengo. Yo trabajo a guardias de 24 horas y
de igual en dia de la semana. Supongo que el motivo de fondo, será por
herencia de cuando trabajaba sólo por la semana o cuando estudiaba, que
también tenía su sentido. Pero bueno, me quedó esa herencia y es verdad
que aunque no entienda el porqué, el sábado y el domingo son días
especiales para mí. Y podía incluir el viernes, el prólogo o preludio
del fin de semana, que también me encanta disfrutarlo.Me acuerdo de épocas pasadas y tan pasadas, más o menos 30 años, en que esperaba la llegada del Viernes como agua de mayo y tenía tantas ganas de salir, que salía pero siempre me pasaba de largo o sea cogía una cogorza que no veas y el Sábado era día de recuperación resacosa y el Domingo era un día de paseo y por tanto, día tranquilo. A veces hacía salida de Viernes y Sábado, o sea que me recuperaba por la tarde noche del Sábado y después volvía a salir toda la noche y el Domingo era un día de penitencia en los infiernos, todo el día tirado como un cerdo y la neurona que me quedaba, sólo daba para ver películas en la tele. ¡Qué divertido!, verdad. Menudo gilipollas estaba hecho, menudo engendro. Ahora lo pienso y aún me entran arcadas alcohólicas y el dolor de cabeza y las náuseas y el sabor pastoso de la boca y la pena que me daba.
Ahí está el punto álgido, la pena y la autocompasión, que si, que las tenía cada día, pero en día resacoso, aquello se multiplicaba y ya no era pena, era angustia pura y dura, era angustia vital al cuadrado. Eran tiempos convulsos, para mi lo eran, eran inseguridades, necesidades, resentimientos y malos pensamientos o pensamientos negros, digo negrísimos y mi santo remedio era bañarme en alcohol, para intentar olvidarme de mi triste existencia. Y no me ovidaba, más bien al revés, pues toda ésta serie de pensamientos negativos, a lo largo de la noche se reproducían y al final eran una montaña de negatividades. Recuerdo la última hora en discotecas, entre las 7 o las 8 de la mañana, buscando a alguien que me acompañara a casa o a mi cama o a la suya, a algún bacalao que estuviera tan cocido como yo.
Pocas veces enganché algo a esas horas y menos mal, sólo hay que figurarse a dos personas, si éramos personas, borrachas como cubas, intentando enrollarse, entre los vahos alcohólicos, las náuseas, cuando no los vómitos y los mareos y de nuevo los vahos y sobre todo la miseria que destilaba el ambiente. La mayoría de las veces, volvía a casa con las manos vacías, aunque otras no tanto, dependía de si me enrollaba con alguien a horas más tempranas, pero pasadas las 6 de la mañana, casi con seguridad estaba abocado al fracaso. El camino de vuelta a casa, era la angustia en las tripas, la soledad más inmensa me envolvía y los pensamientos redundantes golpeaban dentro de mi cabeza: que si no merecía la pena vivir, que nadie me comprendía, que sólo estoy y nadie me quiere y menos me comprende. Bueno toda la retahila típica de un deprimido alcohólico y borracho.
Si éstos pensamientos me entraban cuando iba de alcohol hasta las cejas, figuraros al día siguiente, en plena resaca, los pensamientos ya eran suicidas. La autocompasión de un imbécil, eso es lo que pienso ahora y por mucho que intente entender mis circunstancias personales de aquella época, no puedo, juro que no puedo. En el fondo pienso, que no hay excusas y que puede haber circunstancias atenuantes, pero que nunca son las suficientes, para estar siempre relamiéndose las heridas y mirándose el ombligo. Era una mierda de tío y ya está, era una piltrafa humana y podía seguir insultándome, pero como dice el otro, el pasado pasado está, pero eso sí, siempre hay que volver atrás e intentar entenderlo y ese es mi problema, que no lo entiendo, ni lo entenderé nunca y nunca es nunca y punto. Pero no entenderlo ahora, tampoco me hace sentirme muy mal, más bien al revés, darme cuenta de lo que realmente era, me hace sentirme muy bien. Es como si me reconciliara conmigo mismo y eso, si que merece la pena, aunque te reconcilies con una mierda de tío.
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