Me estoy acostumbrando a deambular sólo por la vida y eso pùede ser
bueno o malo. Serán las ganas que tengo de reconocerme, lo que me hace
disfrutar de mi mismo o será porque no me queda otro remedio, que todo
puede ser. No todo en éste mundo tienen una explicación lógica o
racional y a veces es el instinto, el que te empuja a actuar de
determinada manera.Entre lo bueno está, que mi mente se dispara con cualquier cosa que veo y es eso lo que intentaba decir al principio, que no puedo descansar, que no paro de comerme el coco. Eso llega a ser muy cansino y agobiante y me entra el pánico con sólo pensar con la posibilidad de quedarme anclado y en off.
Acabo de venir de la fiesta de mi pueblo y es otro ejemplo de los que digo. Fuí con mi hijo pequeño y mientras él se subía a los cachibaches de feria, yo intercalaba los saludos que le hacía al niño, con ratos cortos de observación, de ver a las personas del alrededor. Me encanta observar, es mi debilidad humana y a partir de ella, jugaba a suponer la procedencia de las personas y situarlas en el ambiente que vivían. Es un juego tan válido como cualquier juego, como jugar al sudoku o a hacer un crucigrama, un juego que se basa en las suposiciones a partir de la observación.
Pero ese es el tema, que en cambio de disfrutar de la fiesta, me dediqué a comerme el coco, como si no me lo comiera lo suficiente el resto del día. Y aquí tengo que hacer un lapsus, ¿qué es pasarlo bien?. Una fiesta no es precisamente el ambiente adecuado y propicio para pasármelo muy bien, con ese tumulto de gente, con los empujones y pisotones, con esos cuerpos de zombies que van como ciegos y hasta las trancas de alcohol. Y que se me entienda, a mi me da igual con lo que la gente se coloque o se divierta, como si se quieren cortar las venas o deciden dejárselas crecer, pero eso no quita que yo tenga que divertirme en ese ambiente hostil. Antes me ponía el mismo disfraz de zombie y me integraba como uno más de la tribu.
Seguí con mi juego favorito y adivinando dentro de un grupo, quién era pareja de quién y si tenían hijos y en que trabajaban y la vida que hacían y de donde procedían y asi hasta la extenuación. Después mi hijo acabó y nos dirigimos a tomar un refresco. Primero que para llegar a la barra ya fue un calvario y segundo, que fuí saludando gente y diciendo las tonterías de siempre. La gente, la gente en manada y vista desde el cielo, es un agujero negro, que se estira y que se encoje como un chicle. Y esa música friki que suena por esos altavoces que tiemblan, vibran y explotan y los alaridos que salen por ellos, que aún retumban dentro de mi cabeza como el bombo del Manolo.
Así que me tuve que ir para no volver y esa fue mi fiesta, pues de Jaleo ná de ná. otro mogollón de personas para ver los caballitos pasar y saltar. Y ésta fue mi fiesta de Es Castell, la fiesta de mi pueblo y ya estoy muerto de ilusión y descontando los días que quedan, para la fiesta del próximo año. ¡Vivan las fiestas de Es Castell!.
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