LA FIESTA (Relato)

Hoy es domingo 21 de julio y aún estoy de resaca. Aún padezco los síntomas del agotamiento y es que debe el viernes estoy durmiendo a trozos. Ayer sábado ya fue la hostia, dormí 30 minutos por la mañana, entre aviso y aviso y por la tarde un par de horas. Por la noche dormí de 1 a las 3 de la mañana y de nuevo de pie y a currar. Llegué sobre las 6 y me dormí 1 hora, la hora que me faltaba para acabar mi jornada. Y hoy más de lo mismo y al final tengo el cuerpo y la cabeza destrozadas y aún así me como el coco de porqué no me encuentro a tope. Deben ser las ganas de escribir, las que me están incordiando y las que me dejan éste mal sabor de boca.

                         Me siento bloqueado, pero os hablaré un poco de éste pueblo. Resulta que el 24 y 25 de Julio estamos en fiestas, las fiestas de San Jaume y por tanto el pueblo está un punto revolucionado. El ambiente prefestivo, donde ya están montados los chiringuitos de feria, que por cierto son cuatro, y sobre todo se nota en la gente, por el número de personas que andan por sus calles y por como se lo toman. Pues es como en todos los pueblos, sus fiestas son la hostia y no hay mejor fiesta en éste mundo que la de su pueblo. Y tú desde fuera mirando perplejo, si todos los años es el mismo cuento: los chiringuitos de feria, los caballos dando saltos, la misma música cansina y los mismos bares abiertos. Pero yo debo ser el ciego en el reino de los tuertos y entonces no me entero de nada, simplemente porque no lo siento,  y carezco del fervor guerrero y entusiasta festeiro, es decir no me trago nada y sin fe ya se sabe, nunca alcanzaré el cielo. Claro que otras veces me llegué a creer algo de éste cuento, pero era a base de doparme, bien anestesiado de "pomada" (ginebra con limonada), que es lo que se bebe en todas las fiestas de Menorca, entonces y poco a poco, ya te entraba el fervor guerrero y esa fiesta tan cansina hasta te parecía divertida.

                      Es duro reconocerlo, pero las fiestas populares y en general todas las fiestas, sino están bien regadas de alcohol, al final resultarían ser un muermo y es más, serían un puto coñazo y un agobio lleno de gente y de personas que chillan como locos y con música de fondo con un volumen para los sordos y de bocinazos de los cacharros y los olores de sudor de sobaquillo y de desodorantes de a cinco pesetas y de colonias de varon dandy y de perfumes de mujer tigresa y todo ese rebujado, te da un mareo que no veas. Al final nunca sabes porqué acabas vomitando: si es por pasarte de dosis alcohólica o porque te metieron un garrafonazo o porque ese rebujado de olores, sabores, colores y sonidos, son los verdaderos causantes de tú vomitona. O simplemente y es lo más lógico, que todo ese conjunto de sensaciones histriónicas te alteren los sentidos y para combatir esa sensación de disconfor, pues empinas el codo como un cosaco. El caso que el resultado siempre es el mismo, acabas vomitando a la vuelta de una esquina y sino lo haces cuando alcanzas el baño de tú casa.

                    Por eso y en definitiva, la fiesta de éste pueblo me importan un pijo, y todo porque no pienso beber ni jarto de vino. En tal caso un paseo para ver los caballitos menorquines como hacen sus saltitos y en horas más peligrosas me refugiaré en mi casa. De todas formas el día grande, grande dentro de lo chico, es noche del 24 al 25 y ese día estoy de guardia y no pienso cambiarla, un poco de guerra me viene bien para mi cuerpo serrano.

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JULIO CORTÁZAR