ODIOS DE MI INFANCIA (Recuardos)

He estado casi dos horas y ya no puedo más, estoy como si estuviera de resaca, pero de resaca de las buenas y sudo y sudo y sudo como un cerdo. Ahora acabo de limpiar la terraza de mi casa y mientras le daba a la manguera pensaba en Chiclana y cuando regaba las plantas o limpiaba el patio y esa si que era un tarea para un día como hoy, al aire libre y a la sombra de los pinos. Buff¡ cuánto echo de menos mi Cádiz y sobre todo en días de verano, aunque me parece que éste año es año de Levante y eso si que es una prueba de fuego. En todos los sitios cuecen habas y en cada uno se busca la vidilla y ahora pensaba en los vientos, pues en ésta Isla cuando sopla Tramontana o sea viento del Norte, pues muy fácil te vas al Sur y al revés también vale, son las dos caras de la misma moneda. En Cádiz y en Galicia y supongo que en todos los lados, se buscan refugios contra el viento, rincones, calas y playas protegidas del viento predominante. Lo malo que hoy no sopla ni el viento, calma chicha por todos lados y el cielo sigue encapotado y plomizo y yo ya me empiezo a comer los cuernos de desesperado que estoy. Bueno os dejo de nuevo, tengo que ganar ésta batalla.

                                    Aquí estoy, ya son las dos de la tarde y estoy hasta los cojones. lo de la manguera tiene su historia, pues de pequeño yo la odiaba. En mi casa se plantaba la huerta y por tanto había que regarla todos los días y sino lo hacías pues te quedabas sin playa. Por tanto siempre regué a contrareloj y a toda hostia y nunca le cogía el mismo gusto que ahora le he cogido, es más sinceramente la odiaba.  Pero eso pasa con muchas cosas, me acuerdo de las judías, mi madre se pasaba 5 pueblos plantando judías y cuando llegaba la cosecha se recogían cantidades industriales y por tanto teníamos que comer judías hasta en el postre. Tortilla de judías, judías con patatas, judías con naranjas, judías a todas horas, judías en los sueños, judías esnifadas y durante mucho tiempo y por la enchenta que me pillaba, yo odié las judías y ahora por suerte me encantan. Y eso también me pasaba con el pescado y me acuerdo de uno determinado que llegué a odiar, era el Rapante, así se le llama en Vigo y que siempre era frito y que además es un pescado muy seco, pero el problema no era ese, el que fuera seco, era que el amigo Rapante me lo tenía que comer todos los días. Tenía un tío que vivía muy cerca de nosotros y se dedicaba a eso, al trapicheo del pescado (exportador de pescado) y traía todos los días una buena variedad de pescado, pero se repetía día sí y día también, con el puñetero Rapante. Ahora quién me diera poder comerme sólo su espina.

                         Y esos besugos al horno y ese peixe sapo y esa merluza tierna y fresca y se nota que aún no comí y que me cae la baba. En mi vida volví a probar unos pescados como esos y por lo que veo jamás volveré a probarlos. Pero me conformo de un día haberlos captado, pues ese deje de pescado fresco, nunca se te va a ir de mis sentidos. Ya el pescado está grabado en mi instinto primitivo.

                        La manguera, las judías, el Rapante, tres cosas que odié de pequeño y que ahora hecho tanto de menos. Son tres ejemplos de que evolucionamos como seres humanos y es que es curioso, hay cosas que odiaste y mucho y cuando las revives tanto tiempo después, las sientes como si las vivieras de nuevo, sólo que con una perspectiva diferente y comprendes el porqué de tús odios y a la vez los comprendes y  no los rechazas, sino que los vas transformando y tanto los transformas, que hasta que acaba gustando lo que tanto odiaste.

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JULIO CORTÁZAR