SOMOS LO QUE SOMOS

         Vamos a ver, yo quise ser alguien, alguien importante, alguien imprescindible, alguien líder de masas y sin masas, alguien sobrado y siempre seguro, alguien humilde y al mismo tiempo también alguien poderoso. Todos quisimos ser lo que no somos y todos quisimos ser grandes y millonarios y sabelotodo y sociables y sinceros y en definitiva, quisimos ser las buenas personas que nunca dudan. Es ley de vida el querer ser lo que no puedes ser, ese alguien utópico y que más que un ser humano es un alguien que se disfraza de superman de cómic o de película.

                 Y a veces, como hoy, me doy cuenta que en realidad soy y he sido una mierda y una mierda pinchada a un palo y que de ese alguien que siempre perseguí, pues se ha quedado en eso, en ese alguien perseguido y nunca conseguido. ¿Qué si esto me frustra?, pues bueno, en parte sí. Me duele no haber sido muchas cosas, como por ejemplo una buena persona, aunque a veces me he aproximado o no haber sido un tío equilibrado y que en mis bajadas de ánimo, he sido siempre dependiente de otra persona o sea he sido a veces, un guiñapo de trapo, un felpudo o un animal de mala compañía.


                He sido un traidor con algunos de mis amigos, aunque también otros de mis amigos lo han sido conmigo y también he sido una piltrafa dosis dependiente, pues ahora que me veo desde la lejanía  y perspectiva que da el paso de los años, siento que cuanto más me perdí, más dependiente me volví. O también y sobre todo, siento no haber sido más sincero, más sincero conmigo y con los demás, pues al no serlo la sinceridad se convierte en mentira y ya se sabe, después de la primera mentira viene una avalancha detrás.

                 Fácil de decir pero difícil de asumir y para llegar a asumirlo hay que pasar un proceso doloroso, porque la verdad duele y duele más si esa verdad te toca la fibra sensible. Me doy cuenta que muchas veces me he esforzado por mantener mi pabellón en pie y a veces y con razones evidentes, lo mantenía, pero en otras, yo no estaba para mantener pabellones ni hostias benditas y en cambio, seguía en pie con mi fachada del de aquí no pasa nada y eso se paga y se paga con creces. La vida es dura muchas veces, quizás demasiadas, pero aún así tiene su puntillo o su gracia y eso es lo que no debemos perder de vista, pues en realidad hemos nacido para disfrutar y no para sufrir sin sentido, si hay que sufrir se sufre, pero que ese sufrimiento nos lleve de nuevo a disfrutar. Y ese es el verdadero problema, el que a veces nos quedamos atrapados dentro de nuestro sufrimiento y es cuando perdemos la perspectiva del porqué estamos aquí y estamos aquí, para disfrutar todo lo que podemos.

                    Como epitafio final, tengo que decir que nosotros no nacimos ni malos, ni buenos, ni perversos, ni cínicos, ni mentirosos, ni cariñosos, pues no señor, nosotros nacimos a pelo y en pelotas o al pairo y que al crecer nos fueron prometiendo el oro y el moro y una vida espléndida y cojonuda. Y después a medida que crecías, has recibido una hostia tras otra y a partir de ahí, nuestra vida  ha sido una secuencia interminable de hostias.

                    Porque en definitiva, lo que nos vendieron era una vida con otro envoltorio y con otro contenido y que por cierto nosotros no escogimos, pues era eso o nada o era nada o era eso y cogimos el eso y a ese eso y a cada capa que le fuiste quitando, te dabas más cuenta que todo está podrido por dentro. Bueno y mi problema está, ¿en qué y en como, se lo vendemos ahora a nuestros hijos?. ¿Le decimos la verdad al desnudo o esperamos a que aprendan en el día a día y durante el resto de su vida a que van a recibir una hostia tras hostia?. Lo digo porque a mí me costó mucho tiempo y muchos malos momentos el llegar a ésta conclusión, a la conclusión que nos vendieron otra moto muy diferente, pero el problema está, ¿en el como se puede decir esto sin hacer demasiado daño?. Yo la verdad es que no lo sé...

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JULIO CORTÁZAR