Me había olvidado en el tintero el famoso anuncio de Balay, famoso por ser un puto bombardeo para mis neuronas, ¡qué dolor de cabeza me produce!, que empalago, que sobredosis pastelera. Resulta que aparece un coche medio flamante en una calle o barrio pero no en un barrio bajuno, digamos en uno de medio pelo y esperando algo y se supone que a una persona. De repente se presenta un viejo con cierto atractivo o eso quiero pensar yo, aunque para mi no tiene ninguno, pues su cara es como el anuncio, empalago puro. Y se monta en el buga que hasta tiene chofer y dentro, ¿quién está?, pues sorpresa..., sorpresa, está su misma hija y en uniforme de colegio, perdón en uniforme de Balay, que es parecido y por eso me he confundido.Pues nada el buga se para en la Fábrica de Balay y bajan los dos y junto al estúpido y cursi representante de la empresa y se ponen a recorrer la linda fábrica. ¡Qué bonita la fábrica!, vamos que cambio y ahora mismo mi casa por esa fábrica de fábula. Se paran, pues les gusta deleitarse con esa vista panorámica tan bonita de lavadoras a espuertas.
Entonces el viejo jubilado le comenta a la hija, "pues hija, yo trabajé siempre aquí, en éste ala del Palacio o en ala norte de la Casa Blanca y en el tren de los tambores, ¡qué bien suena!, en el tren de los tambores..., sino fuera claro, que son tambores de lavadora. Y sigue el viejo con su parrafada, "y yo hija era el responsable de que ésta parte funcionara". Y se les ve una mirada cómplice, una mirada mutua de orgullo familiar. El padre por haber sido el rey de los tamborileros y su hija, porque tenía que poner esa cara para el anuncio, sino ya sabe donde está la puta calle, porque por dentro se está cagando en su padre y en Balay, pues gracias a él, a su padre, ella entró en ese puto trabajo de mierda.
Después el viejete todo campechano intercambia unas palabras con otro pringao que sigue esclavizado a la cadena de lavadoras y después se ríen juntos y no sé de que se ríen, pero se ríen o sea se ríen como dos gilipollas. Por último se van acercando el resto de la peña que curra en tan maravillosa fábrica, que parece la fábrica de chocolate blanco y de repente se suelta desde la parte de arriba una pancarta esplendorosa y no sé lo que pone, pero sé lo que dice y dice "te lo dedicamos Juan o Manolo o como se llame el viejo" y traducido al cristiano pone "Juan o Manolo que te vayas a tomar por culo", que ya nos joden a diario y tú vienes a jodernos un poco más si cabe y además nos acordamos perfectamente, que cuando estabas de jefe tamborilero eras un pedazo hijo puta y el chivatillo del jefe. ¡Cabrón!, ¡cabrón de mierda!
Pero como los que hacían de compañeros de fábrica eran actores de serie B o X, habrá que preguntarles, pues no se les notaba ese pensamiento tan malsano y pordiosero o ese pensamiento tan resentido. Era y mirar y mirar que bonito, era un homenaje de sus compañeros de fábrica.¡Joder!, ¡ya no aguanto más y me voy a correr ya!. Y digo compañeros porque trabajadores no podían ser, todos impolutos y sin mota de polvo, esos no dieron un palo al agua en su puta vida.Y acaba diciendo el cretino que dice que representa a la empresa, "así somos en Balay, nos preocupamos por nosotros y nos preocupamos por ustedes" o algo parecido y llevándose la mano hacia el corazón. Vale pues si Balay se preocupa por mi, que me extienda un cheque porque yo ando a dos velas. Ya está bien de cuentos de Caperucita y el Lobo. Y un huevo para Balay, yo no les compro nada, por falsos y mentirosos y sobre todo por hacer el anuncio más cursi que vi yo en mi azorosa vida. ¡Qué se metan sus lavadoras por donde les quepa!. Pero el cuento que os he contado, ¡a qué es bonito y precioso!, vamos como la misma vida. En Balay las lavadoras no se hacen con las manos, se hacen con el corazón de los trabajadores, así podía acabar el anuncio.¡Vamos digo yo! y así se pondría la guinda a tanto pastel.
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