CANGAS DEL PORRAZO

Y quién queda más en entredicho, ¿yo o dios?. Yo no prometo el Cielo o el Infierno, ni siquiera prometo el Limbo, yo no prometo nada y polvo somos y en polvo nos convertiremos y si por el camino pues cae un polvo, pues mejor que mejor. Yo no tengo Iglesia, ni Santos, ni Altares, tengo sólo lo que soy y además entiendo perfectamente que me comerán los gusanos. Y eso es lo que puedo vender a los demás, la  verdad y el que todos acabaremos bajo tierra o en un tarro de cenizas.

Yo no quiero esas mariconadas de hornos crematorios y polvo de cenizas y que después venga un tío o tía al que en vida le importé un huevo o casi y me esparza a los cuatro vientos. Yo en esto soy más tradicional y quiero un Funeral y un Entierro bajo tierra, vamos que yo pueda escuchar las últimas paladas de tierra sobre mi féretro de roble y si me va muy mal, me conformo con una caja pino. Quiero un acto solemne y que todo dios vaya de escrupuloso luto y lloros de película y quiero escuchar al cura mintiendo sobre lo que yo fui.

Vamos, que quiero toda la parafernalia que rodea a los entierros y si nadie llora por mi ausencia, que contraten a las lloronas de Cangas, que es un pueblo que está enfrente de Vigo y que antiguamente tenía a unas profesionales de la llorada en los Entierros, o sea que se les pagaba para ir a llorar a un Funeral. Un pueblo curioso éste, porque aparte de los lloronas tenía fama de los mejores canutos, pues mezclaban el costo con el polvo de los muertos y por eso Cangas del Morrazo pasó a denominarse Cangas del Porrazo.

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JULIO CORTÁZAR