EXCESO DE ADRENALINA

Bueno, ya está llamando Morfeo a mi puerta, ya me está dando el último toque antes de irse a la cama, qué Morfeo también duerme, pues para eso es el Rey de los dulces sueños. Mejor matizar un poco, mis Reyes de los sueños, son Morfeo y mi sacrosanta Cama, que para eso me padece en cada noche, que para eso sabe di mis secretos inconfesables, que para eso cuenta las pajas que yo me echo y con quién las echo y también, las que no me echo y se han quedado a medias o sea las pajas que se quedaron en el Limbo o en Tierra de nadie.

Por tanto ahora, nos vamos los tres al catre: Morfeo, Yo y la Cama y en un contubernio judeomasónico haremos lo que nos da la gana, aunque el final ya sabemos cual es, todos acabará en una linda y sabrosona, paja. Si a veces con ese lenguaje tan procaz, hasta yo me doy asco y no vomito porque en realidad soy un astronauta acostumbrado a la gravedad cero. Yo voy zumbado por la vida y cojo tal velocidad que me queda el cuerpo por detrás del pensamiento, el cuerpo, la cabeza y hasta mi propio pensamiento.

Ahora, después me recupero y para ello hago un impass o una pausa reflexiva. Y entonces de nuevo pongo los pies en el suelo, de nuevo pongo mi cabeza en su sitio, de nuevo hago el crack de mi cuello, y ya sabéis que éste crack es muy importante, pues es el que marca el inicio de la acción, es el pistoletazo de salida, es el que se convierte en una descarga eléctrica, aunque a veces falla y me quedo como pasmado o paralizado, y todo por ese exceso que yo segrego y que se llama en lenguaje tabernáculo, exceso de adrenalina.

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JULIO CORTÁZAR