Puede que tengan algo de razón los catastrofistas, los que anuncian de continuo que va a llegar el fin del mundo y si es hoy, pues será mañana y sino pasado o el año que viene. La cuestión es vivir siempre con esa espada de Damocles, con esa angustia catastrofista, con esa histeria colectiva. Pero bueno, a mi me da igual que se acerque el fin del mundo porque mientras no llega yo me resarzo cada día, yo cada día me levanto como si ese día fuera el último de mi vida y entonces le meto estopa, caña y aprovecho los minutos hasta su último segundo.
O sea que yo soy un catastrofista de conveniencia y me viene muy bien la propaganda que dan al asunto esa panda de alucinados. Yo me subo a su carro para crear ese clima de que el tiempo se acaba, pero en el primer apeadero me bajo de su carro, me bajo y los mando al carajo. A partir de ahí sigo mi camino yo solito y si vamos directamente hacia el Averno me la refanflinfa. Yo no soy de los busca refugio subterráneo, más bien lo contrario, me gusta dar la cara y el ponerme en pelotas en las fechas anunciadas como los días D del fin del mundo.
La cuestión es levantarse a sabiendas de que hoy puede ser el último día de tu vida, pues te levantas orgulloso de tu existencia, desayunas a lo bruto y por eso de si con la catástrofe vas a pasar hambre. Al mediodía te dices, tío no ha pasado nada y por si acaso aprovechas hasta que el último rayo de sol se apague. Por la tarde, ya empiezas a dudar del asunto del que sea hoy y no mañana o pasado, pero otra vez por si acaso, escribes tus últimas letras y hasta de cierta manera te despides sin decir nada.
Llegada la noche, ya te sientes pletórico, otro día más de mi existencia, otro día ganado a pulso, otra pequeña batalla vencida y es cuando te planteas que si la cosa te pilla durmiendo, que más le puedes pedir al mundo, que el morir durmiendo y sin enterarte de nada. Y así pasan los días de mi existencia, cada día es un lujo de película, cada día es un regalo de sombras y luces y la cuestión es: aprovechar cada día hasta su última décima de segundo. Aquí no hay trucos ni falsas promesas, aquí sólo hay un reloj que marca las horas...
O sea que yo soy un catastrofista de conveniencia y me viene muy bien la propaganda que dan al asunto esa panda de alucinados. Yo me subo a su carro para crear ese clima de que el tiempo se acaba, pero en el primer apeadero me bajo de su carro, me bajo y los mando al carajo. A partir de ahí sigo mi camino yo solito y si vamos directamente hacia el Averno me la refanflinfa. Yo no soy de los busca refugio subterráneo, más bien lo contrario, me gusta dar la cara y el ponerme en pelotas en las fechas anunciadas como los días D del fin del mundo.La cuestión es levantarse a sabiendas de que hoy puede ser el último día de tu vida, pues te levantas orgulloso de tu existencia, desayunas a lo bruto y por eso de si con la catástrofe vas a pasar hambre. Al mediodía te dices, tío no ha pasado nada y por si acaso aprovechas hasta que el último rayo de sol se apague. Por la tarde, ya empiezas a dudar del asunto del que sea hoy y no mañana o pasado, pero otra vez por si acaso, escribes tus últimas letras y hasta de cierta manera te despides sin decir nada.
Llegada la noche, ya te sientes pletórico, otro día más de mi existencia, otro día ganado a pulso, otra pequeña batalla vencida y es cuando te planteas que si la cosa te pilla durmiendo, que más le puedes pedir al mundo, que el morir durmiendo y sin enterarte de nada. Y así pasan los días de mi existencia, cada día es un lujo de película, cada día es un regalo de sombras y luces y la cuestión es: aprovechar cada día hasta su última décima de segundo. Aquí no hay trucos ni falsas promesas, aquí sólo hay un reloj que marca las horas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario