LA PELOTA EN EL TEJADO

Es verdad que un sábado sabadete metido en la celda tiene su jodimiento. A veces pienso que me encierran entre rejas por castigo por todos mis pecados. Y jódete Bruno, me dicen todos en coro y al mismo tiempo todas las personas a las que por un causa o por otra, las dejé abandonadas en la cuneta. De alguna manera yo sé que he sembrado tempestades, que he despreciado, que he humillado, que he injuriado y ahora me toca recoger la cosecha. Tampoco me siento víctima de mis hechos, porque en algunos fui un tonto inconsciente, pero que otros, los hice adrede.

Y no siempre fue así, es decir fue con algunas personas, que tampoco fui Atila arrasando gente querida. Y pasado el tiempo y por desgracia no te queda nada que decir. Fue así y fue hace tiempo y lo siento por el daño causado, pero además estoy seguro que ese daño ya es irreparable. Hace poco con algunas de esas personas heridas intenté el rescate y fracasé estrepitosamente. Pasa que al irse la magia de los sentimientos, el interés por alguien desaparece entre la niebla del tiempo y sólo y en mi caso, quedan los bellos recuerdos de aquellos tiempos.

Y yo confiaba en el poder de los bellos recuerdos, de aquellos momentos de amor y gloria, pero no, al parecer el paso del tiempo aún graba con más fuerza los malos momentos. El perdonar es una palabra que se usa mucho y se practica muy poco, perdonar está en desuso y sólo la usamos los que removemos en el pasado buscando antiguos sentimientos. La vieja batalla entre el bien y el mal, que en teoría oscila de un lado para el otro y en la práctica no es así, pues el mal casi siempre triunfa. Pero que aún así, hay que hacerlo, hay que dejar esa pelota en el tejado de la otra persona, pues aunque ni te conteste, la pelota le queda en su puto tejado de mierda. Y así  tú te liberas de ese peso tan extraño.

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