LA VIDA Y LA LUNA

La vida, la vida, la vida y ¿como es la vida?. La vida tienen una doble cara, como la Luna, tiene la cara brillante, la que nosotros vemos y la que nos ilumina y sobre la cual formulamos nuestros deseos y sentimientos. Podía también llamarse: la cara lúcida de la Luna o la cara de la Luna que da la cara, que puede equipararse a esa cara de la Vida y esa es la cara del día a día y con todos sus problemas concretos. Nosotros la vemos pero ella también nos ve y de esa relación mutua dependen nuestras actuaciones, digamos que de esa relación depende nuestra consecuencia. La otra cara de la vida, es la cara oculta, la que sabemos que está pero que nunca se muestra y esa cara ya no depende de directamente de nosotros y depende más bien de la magia.

Sí, es nuestra cara mágica, la que nunca tocamos ni palpamos, pero que sí que late y también juega un papel determinante en nuestra toma de decisiones. Es la parte subjetiva de la vida, es la que se hace cargo de los sentimientos y de las reacciones instintivas. Y por eso no hay forma de dominarla, ella actúa por su propia cuenta, ella decide y toma postura. Después de tomar las decisiones pertinentes a tí te deja con la papeleta de buscar las explicaciones de esas actuaciones. O sea te deja un pastel que te cagas, un pastel lleno de dudas, de interrogantes, de falsos argumentos o sea de mentirijillas a medias. Ésta cara no tiene piedad, ella te deja en pelotas y tú venga a buscar razonamientos imposibles.

Es como un puto ying yang entre la parte racional y la irracional. Y claro y como humanos que somos y que en algo nos diferenciamos cada uno puede tener de cada cara una parte más grande y de hecho, hay gente más racional que otra o hay gente más sensitiva e instintiva. Uno nace irracional pero poco a poco te van moldeando y te van convirtiendo en un ser racional y a eso es a lo que llaman ser un adulto o sea el rey del puto raciocinio. De hecho los adultos tenemos muy borrada nuestra parte más pasional e instintiva, sólo que pasa que a veces, saltan los circuitos internos y nos hacemos más irracionables.

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JULIO CORTÁZAR