Hoy tengo mucha sed, mucha sed de vida y es que hoy, estoy sediento y mi lengua está seca y mi boca está herida, pero no tan herida como para tener que acudir a urgencias. Además para las urgencias ya estoy yo y para las urgencias de todo tipo. Bueno, hoy estoy de libre, de día libre y para hacer lo que quiera y me puedo ir a jugar a la petanca o a los bolos o ir al cine y comprarme un cartucho de palomitas. Tampoco hay que pensar que en la vida hay multitud de entretenimientos y porque no los hay y los pocos de hay, son aburridos, repetitivos y muy poco imaginativos. Y es que a mi edad, yo tengo un verdadero problema y es que no me gustan ni un pijo ninguno de los jueguecitos a los que dicen que tenemos que jugar.
No me gusta jugar a las cartas, no me gusta jugar al parchís, ni al dominó, ni a la puta máquina tragaperras, ni al bingo asesino y ni siquiera jugar a la petanca. Eso sí, me gusta ir al bar a donde van todos los viejos y casi todo el pueblo y porque me gusta el bullicio bullanguero, me gustan las conversaciones de bar y con sus dosis de fantasmadas y sobre todo, porque me gusta que mi tostada esté preparada y con su correspondiente café con leche, es decir, me gusta desayunar en el bar del pueblo. Y ahora no voy a echar el rollo, de que ser feliz cuesta muy poco y porque no es verdad, ser feliz y como estoy ahora, ha costado mucho sudor y muchas lágrimas y lo que se gana a pulso, no tiene y carece de contraargumentos (si se dice así).
Vamos, que no va a venir nadie a tocarme los cojones y porque antes se los corto y se los dejo presentados en preciosas rodajas. Ser feliz y como una perdiz, tiene un gran mérito y porque como contaros que antes de monje fui fraile y fraile franciscano. Si, porque ahora soy monje de clausura y me está prohibido hablar en alto, follar y hasta hacerme pajitas, pues todo tipo de tocamientos me están prohibidos y mi voto de silencio es total y absolutista.
No me gusta jugar a las cartas, no me gusta jugar al parchís, ni al dominó, ni a la puta máquina tragaperras, ni al bingo asesino y ni siquiera jugar a la petanca. Eso sí, me gusta ir al bar a donde van todos los viejos y casi todo el pueblo y porque me gusta el bullicio bullanguero, me gustan las conversaciones de bar y con sus dosis de fantasmadas y sobre todo, porque me gusta que mi tostada esté preparada y con su correspondiente café con leche, es decir, me gusta desayunar en el bar del pueblo. Y ahora no voy a echar el rollo, de que ser feliz cuesta muy poco y porque no es verdad, ser feliz y como estoy ahora, ha costado mucho sudor y muchas lágrimas y lo que se gana a pulso, no tiene y carece de contraargumentos (si se dice así).
Vamos, que no va a venir nadie a tocarme los cojones y porque antes se los corto y se los dejo presentados en preciosas rodajas. Ser feliz y como una perdiz, tiene un gran mérito y porque como contaros que antes de monje fui fraile y fraile franciscano. Si, porque ahora soy monje de clausura y me está prohibido hablar en alto, follar y hasta hacerme pajitas, pues todo tipo de tocamientos me están prohibidos y mi voto de silencio es total y absolutista.
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