Pues lo dicho, corramos un tupido velo y que el vecino de enfrente se meta la bocina de su puto coche por el culo...de cada vez soporto menos los sonidos agudos y más, si son en plan gratis y porque la parienta se retrasa...En el fondo me da igual el motivo, porque sé que sino hay un motivo, se inventa, pero pasa que ahora los sonidos agudos son taladros en mi cerebro, son puñales en mi conducto auditivo, son agujas que desgarran mis tímpanos. Y claro, yo pienso que debe ser producto de la vejez, porque con la vejez el oído se pone duro y pétreo, digamos, que ya no tiene la flexibilidad de otros tiempos. En cambio para los sonidos graves estoy menos sensibilizado y ya no los oigo tan bien, me cuesta oír los susurros y los tonos de voz baja.
Claro que, que se podía decir que para lo que hay que oír...pero aún así, yo quiero seguir escuchando, porque necesito otras opiniones, porque me encanta el sonido que hacen las palabras. Y que os voy a contar de los susurros, los susurros me encantan y por ese deje tan suave que arrastran. La verdad es que todos nuestros sentidos se van atrofiando, la vista, el gusto, el olfato, el oído, el tacto y por eso con la edad, hay que tener y aprender el arte de saber combinarlos y un poco de tacto y otro poco de olfato y sino llega, otro poco de gusto y oído...y puede que así, consigas ver las cosas en sus tres o cuatro dimensiones.
Antes no, antes tirando de un sentido llegabas a ver lo que había y con la vista hacías virguerías y con el tacto hacías milagros y tus manos eran tus armas y tus ojos conectaban en directo con tu cerebro. Es que todo se endurece, se endurecen tus dedos, se endurece tu alma, se endurece tu cuerpo, se endurecen tus huesos...y el alma se cubre de capas de cebollas y el cuerpo de duro que se pone, se entumece y por eso y llegados a éste punto de la película, hay que saber jugar con todos tus sentidos y porque por nada del mundo me perdería el seguir sintiendo, creando, amando, odiando, queriendo...
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