LA TRAVESÍA DEL BARCO

De todas maneras estoy en mi primer día de vuelta y eso significa, tener cierta confusión. He vuelto de un mundo mágico, que sí, que lleno de guiris, pero sino somos capaces abstraemos de esas cosas, de esas nimiedades, de esa guirilandia que te vas a encontrar en todas partes, entonces sería mejor no salir nunca de tu casa y te montas el decorado a tu gusto personal. Pues eso que he vuelto de un mundo mágico, un mundo lleno de bosques, de árboles frutales, de maravillosas sombras, de parras de uvas, de olivos divinos y bueno, eso se acabó. Te haces un viaje de vuelta vomitivo, pero vomitivo de verdad, pues ayer soplaba con inusitada fuerza el viento de Tramontana y el puñetero barco parecía un puto cascarón. Es cuando en el barco te fijas en los pequeños detalles que nunca te fijaste, en que la moqueta del suelo está llena de manchas de antiguos vómitos ácidos y corrosivos y te dices: ¡qué asco!.

Y a mi me encantan los barcos pero hay que reconocer que su higiene deja mucho que desear, porque hablé de la moqueta del suelo y tendría que hablar de sus cuartos de baño, con ese aroma a secular meada amoniacada, a las esquinas negruzcas de mierda que casi te hablan y por tanta vida que llevan dentro. Y los sofás, que de tantas capas de mierda que tienen encima no eres capaz de distinguir de que color son, bueno un poco sí, porque el color marrón es el que predomina. Y algunos se tiran a dormir a pelo sobre esa mullida capa de mierda y sin una toalla o similar por el medio. Claro que en el fondo te da igual, porque no vas a liarte a besos o abrazos con ese tío o tía y además, que cada uno haga con su mierda, por ejemplo, un ramo de flores.

Ayer el viaje en barco fue atroz, fue de mareo constante y de pensamiento único: adonde voy apuntar el vómito: ¿a la moqueta del suelo?. ¿o la desparramo como si fuera un aspersor?, bueno al entrar te daban una bolsita y para que vomitaras dentro...pero creo que sería más auténtico haber jugado al aspersor y por eso de ser espléndido. Bueno, el caso es que al final mi vómito que asomó varias veces su cabeza a través de mi boca, pudo ser retenido y reconducido a su sitio natural y es que al final ¡no vomité!, pero para conseguirlo tuve que olvidarme de las manchas resecas sobre la moqueta, del olor a meado del cuarto de baño, de sus duendes negros colgados de las esquinas, de las capas de mierda en el sofá, del guarro o guarra que dormía sobre ellas...yo que sé...de repente el barco se paró y yo pude ver la luz.

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JULIO CORTÁZAR