LO SUBJETIVO

¡Joder y joder!, joder con las mañanas y sus prisas matutinas, Joder, que me levanto y estornudo y de repente es la 1 de la tarde. Hice cosas, pero pude haber hecho más, siempre se puede hacer más y es que con ese lema hemos nacido: tienes toda la vida por delante para hacer cosas y más cosas...y bueno, la vida fue pasando y la pregunta del millón es: ¿hiciste tantas cosas?. Bueno la contestación depende de a quién se la hagas: al optimista y por cojones, te dirá que hizo un mogollón de cosas y el pesimista triste de la vida, te dirá que hizo muy pocas cosas y por último está el que baila de los dos lados: hice cosas pero no hice otras, hice más o menos dependiendo del momento. Total que ante esto que yo digo, se va al carajo toda la objetividad. No, no somos objetivos y con nuestra puta vida lo somos menos.

Yo recuerdo cosas de mi vida que fueron auténticas paridas y en cambio otras cosas muy importantes, me cuesta recordarlas. Hasta lo más estúpido se nos clava dentro del cerebro y por supuesto, que ocupa su espacio. Pues mira que yo no le dado vueltas y más vueltas a cosas estúpidas y sin trascendencia y al mismo tiempo me vi obligado a profundizar en mi cerebro para recordar cosas importantes. Somos los reyes de la subjetividad o de aquél pequeño detalle sin importancia que al final se convirtió en un puto taladro. Pero aún así y todo, tenemos que objetivizar, porque es nuestra tabla de salvación, porque en el fondo no tenemos otra forma de razonar.

Y al final ¿qué hacemos?, pues darle a nuestra puta vida un barniz objetivo, cuando lo realmente importante sigue siendo aquél pequeño detalle sin importancia...pero claro, eso no lo vas a decir y porque nadie te va a entender. Tú no puedes decir que tu vida cambió a partir de aquél ataque de celos y ya sea para mejor o para peor...¿porqué?, porque si los celos no los entiendes ni tú, como los van a entender los demás ¿como?. Nos marca mucho lo subjetivo, nos marcan nuestras pequeñas traiciones, nuestros pequeños pecados, nuestras miserias diarias y para no ladearme demasiado, también nos marca mucho nuestras pequeñas victorias.

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JULIO CORTÁZAR