POBRECITO DE MI...

Hoy me levanté a las 6 de la mañana y como si me hubieran metido un cohete por el culo...y era de noche, de puta noche cerrada. No sé, desperté y ya está...y ya se pusieron en funcionamiento todos mi circuitos vitales, como si alguien me estuviera esperando a las 6 y cuarto y yo quisiera ser puntual. Ya nadie me espera a esas horas, hace unos meses sí, aunque fuera a nivel de mensajes y no sabéis como esperaba unos ¡buenos días!...y el ¡que te vaya bien el día!. Y ahí entendí que el ¡buenos días! es mucho más que un saludo mañanero, es también un feliz deseo, un ánimo, un estímulo. Claro que ahora, me doy los ¡buenos días! a mi mismo, pero no es lo mismo, ni de coña es lo mismo. Falta la ilusión de la otra persona, falta su amor, su pasión, sus deseos...

Pero también mi madre me decía: "hijo tiene que saber adaptarte a todo" y mira por donde y a éstas alturas, salen todas las puñeteras frases de mi madre. Aunque algunos dicen y teorizan que con la vejez se regresa hacia tu tierna infancia y puede y solo puede que yo esté regresando a mi período del paleolítico. La verdad es que las regresiones me gustan e incluso me gustaría llegar más lejos que mi infancia. Por cierto y ahora recuerdo que mi psicóloga me dijo que mi infancia fue triste y melancólica y que si yo pensaba que mi infancia había sido feliz, es porque no profundicé suficiente en ella y que me quedé con la superficie.

Al final da lo mismo, pues como a una tía de éstas, como a una psicóloga que se lo cree, le entre la paranoia de que tu infancia fue una puta mierda, no te librarás de ella hasta le digas que sí, que tu infancia fue una auténtica mierda, porque en eso consiste su historia..., en destrozarte la tuya. Pues acabé escribiendo su versión de los hechos y bueno, mi infancia fue terrible y pobrecito de mi y que infeliz fui y que amargado y que mala era mi madre y que buenecito era yo...Si al final no es para tanto, les das un poco de manteca y se quedan todas contentas...y pobre cito de mi...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR