Ahora me gusta mañanear. Primero, desayunar en mi Bar y con esa tostada que sabe a miel de los dioses y ya no hablemos del café, de lo mejorcito que he tomado y se puede y me dejan acabo con una frugal y rápida lectura del periódico local y lo digo, porque muchas veces está ocupado y tampoco es cuestión de ponerse a la cola para leer semejante mierda de periodicucho y es que una cosa es que caiga en tus manos y otra muy distinta es perder el tiempo. Segundo, hay que dar una vuelta de reconocimiento y cuanto más lejos, pues mejor, pero si por lo que sea se ha complicado la salida lejana, siempre me queda una cala muy cercana, Cala San Esteve, que es una Cala preciosa que solo está a dos kilómetros de donde vivo. Tercero, vuelta al hogar y observar como le va a las plantas.
Cuarto, sentarse en mi mesa de estudio y abrir el ordenador y disfrutar del aire fresco (imprescindible que esté la ventana abierta). Quinto, escribir lo que quiero o lo que me sale de dentro y si es precioso y bonito, pues mejor para todos.
Como veis todo lo puse en escrupuloso orden y como si yo fuera un tío muy ordenadito...pues no señor, pasa que después de ese orden casi no queda nada, digamos que la mayoría de las veces empiezo muy bien, pero al llegar al segundo o tercer punto me pierdo entre las cosas que van surgiendo. Porque siempre surgen cosas y porque en el fondo me da igual tanto orden...total todos los caminos conducen a Roma y es que de alguna forma...no sé como decirlo... llegamos a lo mismo de muy diferentes maneras, tampoco pensemos que seguimos viviendo en la selva y con un taparrabos puesto y que todo está por descubrir, pues para nuestra desgracia, hay demasiadas cosas descubiertas y el tema está en aprender las que hay y para ir descubriendo otras nuevas.
¡Joder! parezco un catedrático de Ética, cuando en realidad soy un pobre desgraciado que no tiene donde caerse muerto. Me gustan las frases categóricas y destructivas, bueno, me gustan algunas veces, pero es verdad que en mi caso, las frases categóricas y destructivas me producen el efecto contrario y en cambio de hundirme en la miseria, me provocan una sonrisa cómplice que me ayuda a levantar mi moral. Vamos, que me fortalecen y aumentan el grado de mi inmunidad, porque después de esa sonrisa y después de que me digan lo que me digan, no me harán un daño estructural y me harán simples cosquillitas que me provocarán la risa.
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