INFANCIAS...

Tengo ganas de coger a alguien por sus putos huevos

y de apretárselos con todas mis fuerzas y decirle:

si no silbas no voy a soltarlos...

éste era un puto juego de niños,

que nada tienen que ver con niños buenos y obedientes,

pero tampoco presumamos de haber sido niños salvajes indomables,

los míos, los niños de mis tiempos,

éramos otros niños que no tenemos nada que ver con los de ahora

y ni mejores, ni peores,

solo más salvajes y primarios,

la violencia era la ley de la calle

y por tanto, de la puta vida de cada día

y si querías sobrevivir en medio de aquella selva urbana,

tenías que darte hostias día sí y día también

y matar pájaros porque sí y a Gatos porque así tenía que ser,

y capar perros por el placer de verlos aullar de puto dolor,

la ley de la calle y de los cuatro cafres que vivían en ella,

sangre de estás conmigo o estás contra mí,

y pedradas y violencia callejera porque sí,

porque decían que así estaba escrito,

porque decían que la ley de la calle estaba por encima de las demás leyes,

porque ¡coño! eras de Barrio 

y si eras de Barrio tenías que demostrarlo

y venga muestras de lealtad al más imbécil y descerebrado del Barrio

y eso sí que te dolía por dentro y por fuera,

por dentro, porque el Alma era la que te mordía

y por fuera, porque si te rebelabas eras carne de cañón

y la puta ley de la calle no tenía compasión,

y el final sería muy fácil de adivinar:

serías pasto de las llamas y de las hostias que te iban a meter.

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JULIO CORTÁZAR