Estoy cansado de decirle al viento, que me hable,
que me cuente historias traídas del más allá,
y desde el otro lado del mundo,
que me cuente, que me diga,
que me narre, que me escriba,
que me silbe al oído palabras bonitas
y si algo no entiendo
que tenga paciencia conmigo,
mi ritmo vital es circadiano
( es lo que tiene el ser humano)
y el suyo a veces es calmo
y en otras es tempestuoso, huracanado y ciclónico,
por tanto yo tengo mis horas bajas
y mis momentos peores,
y no pretendo cambiarme,
ni ser mejor que nadie,
ni siquiera me gusta cabalgar en un corcel triunfante
por las calles de mi pueblo
y prefiero el tedio del silencio
a las grandes avenidas en las que vive el hombre,
me gusta el silencio de la noche,
pero no me gusta y para nada, el silencio de los corderos.
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