
Avanzar sobre todo lo escrito,
analizar, observar y masticar lo vivido,
crecer y hacerse grande e inmenso,
dilucidar, escudriñar, descubrir...
envejecer como un ron añejo,
sacudir todos los días, el miedo,
desnudarse ante el espejo
y decirte sin temor,
cada día estoy más viejo,
mis arrugas son de oruga
en cambio,
mis pensamientos de cada vez son más limpios,
no afectan a la capa de ozono,
ni dañan la integridad de los insectos,
aunque si se me cruza un serpiente venenosa,
primero, nunca sabré su verdadera intención,
pues cuando ella se mueve un milímetro
yo estoy al otro lado del mundo,
es fobia, es asco
y es asco y fobia y grima y terror,
pero volvamos a lo que antes decía sobre los insectos,
todos salvo las moscas, los mosquitos tocacojones,
y todo tipo de liendres y familiares cercanos y lejanos
pero estos últimos no son insectos
y son bichos,
asquerosos bichos
que se te pegan como lapas a la roca,
claro que mientras hablo sobre bichos,
me pierdo todo ese tiempo que tanto necesito
para escribir sobre la vida
ahora mismo puedo decir que...
que mi vida perdió el sentido que hasta ahora tenía,
ahora me dirijo de cara a la vida,
le hablo de tú a tú
y porque en realidad,
le he perdido el miedo
y si me dice:
lo siento pero su tiempo se ha acabado,
yo desde luego,
intentaré que me conceda una prórroga,
(me gusta vivir y con locura)
pero si no me la concede,
también tengo que decir...
que me siento preparado para ese viaje,
llevo años preparándome a conciencia:
hablo de la muerte y con la muerte,
sueño con ella,
me acuesto y duermo a su vera,
me brinda visiones nocturnas,
me ofrece su cámara oscura,
me habla de la luz al final del túnel,
me estremece con su mano fría
y yo sólo le pido
que en el final de mis días
no exista dolor físico e inhumano,
que me mate un rayo,
que me parta en dos,
que me desguace como barco varado,
y por favor...
que me deje decir ¡adiós!
o simplemente... un ¡hasta luego!.
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