MI DEMONIO












Fue el demonio quien me lo 

dijo,

y me lo dijo un día del mes de 

enero,

en un día frío y húmedo,

un día en el que sol no 

encendió su caldera,

y en que los árboles eran estalactitas caídas del cielo,

y si mi memoria no me falla,

os podré contar ésta  historia,

pues yo estaba allí en aquel momento y en aquel instante,

 por tanto, fui testigo ocular de ese hecho histórico.



Ese día, oscuro y negro,

se sitúa  en los principios de los tiempos,

en esos días en que todo era noche,

y la única vida que existía,

eran las larvas que se arrastraban como podían,

y allí estaba yo, sólo yo (y claro...las larvas)

y yo sólo en medio de aquella nada demoníaca.



El demonio lucía una túnica gris marrón,

 un tanto sucia y deshilachada,

su voz era grave como el ronquido de un león,

 emitía un fuerte olor dulzón,

un olor no sé,

entre dulce, agrio, amargo...

 y sus dientes estaban teñidos de sangre,

sangre negra y demoníaca.



Ese día, me enamoré del demonio,

 vi esos ojos saltones llenos de venas hinchadas,

 ese rabo tan peludo y tan largo,

que me quedé colgado como un murciélago,

.....mi fiera, mi diablillo, mi pantera negra,

y ese fuego que salía por su boca,

y ese color rojo y sanguíneo de su cuerpo,

y esas hermosas curvas todas insinuantes,

......¡¡ay!! mi diablo, mi satán, mi tesoro del averno,

que enamorado de ti me he quedado.



Así fue como nació el amor entre nosotros,

fue un amor a primera vista,

un amor loco, un amor ciego,

 un amor de los auténticos,

de los de denominación de origen,

y desde ese día y a la misma hora del aperitivo,

paseamos siempre juntos y cogidos de la mano.

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JULIO CORTÁZAR