Mi madre era de educación espartana.
Ducha en agua frío en pleno invierno gallego.
Con su pequeña estufa de gas butano
que encendía un solo rato al día
y que le duraba casi todo el año.
Frío no pasaba porque se ponía encima
un buen puñado de mantas,
pero asomar una manita de entre las capas
tenía delito y tenía castigo.
Te podías quedar tieso y aterido de humedad y frío.
Su pasión era su jardín minimalista,
cuatro flores y cuatro hectáreas de césped,
a los flores que le fueran dando
(aunque ella nunca lo reconoció)
y en cambio al césped había que mantenerlo
perfectamente cortado y a ras del suelo.
En otra cosa no,
pero en máquina de cortar césped se dejaba medio sueldo.
Mi madre era espartana salvo cuando se ponía a cortar el césped.

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