No hay palabras ante tanto desvarío,
nadie corrió tras esa estela que surca el mar de alborán,
ni yo, ni nadie se movió del sitio,
te vimos pasar como un buque sin rumbo,
era de noche,
hacía algo de frío,
la luna se asomaba de vez en cuando entre nubes negras
y eso de vez en cuando, te hacía brillar...
Como los primeros días,
en que brillabas con luz estelar y propia,
con cuerpo de diva
y mente divina,
y mientras yo te contemplaba sin ojos,
era de noche pero yo te veía,
todo era negro menos tu cuerpo...
Y en realidad no hay palabras ante tanto desvarío
porque las palabras me pidieron que todo esto,
lo contara (si lo quería contar)
en el más absoluto de los silencios.

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