Me desperté en medio de la nada
como si flotara en polvo suspendido
en medio de una extraña habitación.
Era un día gris otoñal,
hacía frio,
mis dientes chirriaban como frenos de tren
mi piel era de cartón rígido y congelado,
mis dedos eran de otro,
no míos
y mientras me pasaba todo esto pensé
que soñaba dentro de otro sueño.
Pensé que me tendría que despertar dos veces
una detrás de la otra
y sin perder el hilo de esas dos historias.
Tendría que abrir una puerta tras la otra,
apresurarme en las líneas rectas,
coger bien las curvas,
no dormirme en los laureles
y en cuanto viera la meta de una
la haría mía
y sin descanso por el medio,
iría por la otra.
Y así,
hasta caer en éste profundo agujero
en el que ahora estoy metido,
aunque desde el cual puedo mirar
las estrellas de la noche.

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