NO HAY NADA QUE NOS EVITE



No hay nada que nos evite

y que al mismo tiempo

 podamos evitar.


Si tropezamos ahora,

volveremos a tropezar con la misma piedra

pero en distinto lugar y sitio.


Pero salvando esa diferencia de tiempo y espacio,

la piedra es tan similar a la anterior

que piensas que si ha cambiado de lugar

es por las fuerzas del destino y del caos.


La mía (mi piedra)

tiene las mismas señales y muescas.

Tiene dos balas en la recámara

 tiene dos besos en la trastienda

y un cenicero para que no se queme el suelo,

y cuatro gusanos en el subsuelo

que viven encima de una topera.


Y entre la tierra y la piedra

nace el musgo verde y amarillo

y algún hongo que abraza la piedra

con saña y con pasión estremecida,

como aquél día en que te abracé a ti

y mis huesos no dejaron de temblar.


Incluso

mucho tiempo después,

mi estructura siguió temblando.


Y ahora, 

que ha pasado mucho tiempo,

no digo que aún tiemble

pero sí que se excita y se pone de pie

al verte a lo lejos,

y como si tuviera que saludar

al sol, a la luna

o al cielo estrellado

o al mismo universo entero.

Es como un estremecimiento sin cimientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR