De tanto arañar paredes
la punta de mis dedos es de cemento y barro
y polvo, mucho polvo
y mucho polvo entre trozos de uña, carne y pellejos.
De tanto arar la tierra
mis surcos son cada vez más profundos,
tengo arado todo mi pasado,
y al presente lo tengo en cuarentena,
no me fio de lo que hago
y menos me fio de mi
cuando se acaba el invierno.
De tanto sentir
me duelen las muelas
y los ganglios del cuello.
Algún día me dije:
párate y tómate un respiro...
Pero en cuanto volvía a sentir el latido
de mi corazón desbocado,
las ganas de vivir invadían mi alma
y mi cerebro...
Y desde esas y al llegar la primavera
vuelvo a cabalgar sobre un caballo blanco con alas.

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