Uno
no rompe nada
uno se cree que rompe con todo
y al final,
se tiene que comer sus propias palabras.
Todos aparentamos ser más de lo que somos,
menos... casi nunca
a no ser que tires del hilo compasivo
y conseguirás una limosna de cariño.
Casi siempre es más,
queremos ser más
es nuestro deseo ser más
y nos hacemos gigantes con los pies de barro
pues al mínimo contratiempo
nos derrumbamos.
Pero la apariencia nos obliga
a mantener la compostura
y a más derruidos que estemos
más pondremos cara de póker
y de que aquí no ha pasado nada.
Lo fácil es seguir esa corriente
y hasta sus últimas consecuencias
que normalmente suelen catastróficas.
Y todo por mantener el poder
que te da la apariencia.

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