Cuando la noche
acaricia tu alma y la mía
y cuando la luna se convierte en aceituna,
yo te pediría
que me escucharas
porque pudiera ser que dijera algo de interés,
o que no dijera nada
y te hablara en el silencio más absoluto
solo con señas y muecas
solo moviendo los dedos
solo diciéndote
¡te quiero!
con la ternura de mi mirada.

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