Sólo pido que me miréis.
Pido que no ruego.
Pido, solicito,
pero no me arrodillo ante nadie.
Es más fuerte mi dignidad
que la súplica sumisa.
Pido que me miréis...
que estoy aquí sentado,
pensando, escribiendo,
saboreando, sintiendo
y a veces, maldiciendo.
Yo desde mi atalaya, os miro:
a veces parecéis tan lejanos
que por mucho que os diga
nadie es capaz de mirarme a la cara.
Otras veces el roce se hace tan cercano y hermético
que al decir algo
me siento dentro de una caja de resonancia.
En realidad sólo pido eso
y sólo pido que me miréis.

No hay comentarios:
Publicar un comentario