EL APOCALIPSIS

 



     Señores y señoras, empieza el mes de Octubre y de nuevo me pilla en pelotas el tema del mes y su velocidad de aire comprimido. Desbordado por el alucinante paso del tiempo. Por un lado me alegro de pasar página de los calores sofocantes del verano y a su vez, de poder entrar en el maravilloso mundo de la sombras otoñales. La nada, dicen que la nada es otoñal y yo creo que no, creo que la nada es veraniega y sino sólo hay que ponerse a pensar en como será el día en que se acabe el mundo y os voy a decir yo, como será. Y será un día caluroso de horno veraniego puesto a tope y hasta los topes. Moriremos derretidos como helados al sol sin piedad y sin misericordia. Y los cuatro gilipollas que se salven de la quema, pensarán que serán los nuevos héroes de la salvación humana y copiarán sin más, lo que han visto en las películas que versan sobre el fin del mundo. Uno hará de Brad Pritt luchando contra los replicantes, que los matas y que de inmediato, vuelven a nacer y con más brazos y con más piernas que al principio. Otro pensará que si juntara a los supervivientes de la criba final y ejerce de Bruce Willis (todo un héroe de película), el resto lo nombrará cabecilla de la tribu. Otro pensará que es Rambo ametrallando miedos y temores en una selva sudamericana y de paso, apoyará un golpe de estado en el país en que transita (ya que está, pues lo hace y Trump le dará una palmadita). Y por fin, seguro que sale algún Tarzán de la vida y con su taparrabos y su mona Chita.

                     El final del mundo o apocalipsis final va a ser atroz y su aroma será a carne quemada o a la brasa. El final será anunciado y aunque se tema por lo anunciado que está, habrá muchos que no se lo van a creer y porque nunca se han creído nada (yo, entre ellos). Eso es como la muerte anunciada y tienes 9 boletos de 10...pero el uno y único que te queda, se agrandara conforme aumenta el miedo a morir. Todo es susceptible de poder estirarse y deformarse en otro ser o en otra cosa.Y hasta un diamante en bruto puede ser partido en mil pedazos. Y nosotros que somos átomos y moléculas de hueso y carne orgánica, lo tenemos mucho más fácil. Nosotros no nos rompemos, nosotros estallamos como bombas incendiarias de napalm en medio de la selva tropical. Como rambo cuando luchaba contra un ejército de vietnamitas con cara de chinos o con semblante de traidores japoneses kamicaces. Los yanquis nunca perdonaron ese acto de traición, el de Pearl Harbor. Y yo tampoco lo perdonaría. Pero puestos a no perdonar, yo si fuera vietnamita tampoco perdonaría a los yanquis invasores reyes del mambo y de las bombas de napalm.

                    Yo me figuro un fin de mundo o apocalipsis entre adoquines y edificios desmembrados y entre piedra y piedra nacería la Hiedra y el infinito mundo de las malas hierbas. Polvo y mucho polvo y tierra removida y arena del desierto cubriendo la desolación de los parques urbanos. Aire que quema y viento que abrasa y rulos de hierba seca por las calles desérticas. Esqueletos en posturas fetales buscando protección instintiva de madre. Bosques sin árboles que dejan vacíos sin sombras y sin nombre. Noches eternas de oscuridad permanente. Días en el más absoluto infierno. Tardes grises de frío invierno. Hielo y deshielo, que dan paso a un calor sofocante y abrasador. Nidos de rata y ratas con dientes brillantes por fuera y podridos por dentro. Buitres en las abandonadas terrazas. Perros hambrientos que olisquean el miedo. Aullidos de hambre insaciable. Viento de lado que se arremolina sobre los tejados. Olor a cloaca. Coches rotos y abandonados. Hierros retorcidos y oxidados. Llamas en lo poco que queda en pie de lo edificado. Ruido de cristales rotos. Explosiones repentinas y gritos de socorro en cada esquina.

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JULIO CORTÁZAR