Y es verdad, que no todo es lo que parece. Como no todo lo que reluce, es oro. Hay mucho pufo y sobre todo hay mucha apariencia de pavo real y hay unos buenos, malos o peores montajes. Hay personas que lo escenifican perfectamente y de tanto mentir al final se lo creen. Hay otras que se pasan dos pueblos y sobreactuan tanto que al final se hacen excesivamente barrocos, recargados y relamidos. Demasiado palabrerío vacío, demasiada gesticulación rimbombante y demasiadas medallitas a sí mismos... y porque yo hice esto y estuve con aquél tío tan importante y hablé con aquél otro, en fin, sobreactuación de su puto ego.
Yo tengo un conocido al que le debían haber dado el oscar al empalago. Siempre estuvo en los sitios más importantes y con mayor poder de decisión. Y es verdad que el tío tuvo una cierta relación con estamentos de cierto y relativo peso, pero no es lo mismo estar en estas reuniones ejecutivas de chicuco de los recados, que de jefe del tinglado que lo mangonea todo y más. Y aquí es donde se perdía el tío, pues el decía que tenía más poder que el gran jefe (ya quisiera él). Y gracias a él (eso decía y repetía) y gracias a sus brillantes iniciativas, el mundo seguía en el camino correcto que debía seguir. A esto tengo que decir, que lo de camino correcto...lo será para algunos, pero para mí, mi camino correcto no tenía nada que ver con el que pensaba el tío. Pero nada de nada. Ahora bien, que importa eso cuando un tío se quiere a si mismo tanto y más que a su propia madre.
El problema no está en que fuera un fantasma (que lo era), el problema estaba en que el tío se lo creía y a pies juntillas. Y claro acababa viendo a los demás desde la misma perspectiva que tiene dios desde el cielo. Y ahí conecto de nuevo con que no todo es lo que parece. Pues algún atontado siempre caía en sus redes alucinógenas y al final, acababa endiosando al elemento. Y acababa siendo un adicto a sus pretenciosos discursos. Pocos, fuímos capaces de pararles los pies y aunque sea un poco. Pocos, pero convencidos. Pocos, pero valientes.
Solo que el tiempo, oh!! el tiempo, pone a cada uno en su sitio y al final el tío con tanta mentira que salía por su boca, acababa metiendo la pata. Pero, ¿no eras tú el que habías dicho esto? y no el otro, y ¿en ese mes no estabas en Venecia? y no en Londres. Bueno, lo que le pasa siempre a los grandes mentirosos, que se tejen ellos mismos sus barrotes con sus propias mentiras.

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