No hay nada que me traspase.
Hubo un tiempo, en que sí
hubo un tiempo donde las balas eran de sentimientos
y donde el centeno era mecido por el viento.
Eran tiempos de abundancia,
había amor a la puerta de mi casa,
salía a la calle enamorado de todo,
una simple caricia provocaba dentro de mí, un terremoto
y un beso, un ciclón emocional,
yo era tan sensible
que el aire que inspiraba era puro
pero el que exhalaba
aún era más puro.
Yo me recuerdo así:
enamorado de todo lo que latía,
apasionado como un volcán
sensible a flor de piel,
iluminado en medio de la oscuridad que me rodeaba,
siendo faro,
siendo estrella,
siendo arena de una playa.

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