Hoy es viernes y día 12 de abril. Y hoy podía ser un gran día, pero me temo que no lo va ser. Se huele en el medio ambiente, se nota en la calle, se cuchichea en los bares y todos coinciden en decir lo mismo, el día de hoy va ser regulero y aunque en apariencia es un viernes de abril que podía resultar de lo más grande, pues resulta que de tantas expectativas que tenía el día, parece que se ha quedado tieso y moribundo. Aún queda gran parte del día y ¿quién dijo que no podían cambiar las tornas?. Tiempo hay para que cambien, hay tiempo, hay muchas ganas y una ilusión que desborda hasta al más optimista. Pero bueno, de los días así ya estoy escarmentado y porque pongo a su servicio todas mis ganas y para que el día cambie y de una puta vez por todas y cuando analizo al final del día, el como me fue la jornada, me doy cuenta de mi mezquinay ruín existencia y porque de nuevo he llegado a sucumbir rendido a los pies de la evidencia. Ni de cerca me he aproximado a la belleza que te da el poder disfrutar de un día precioso.
La idea era buena, era muy y demasiado buena, pero en cuanto empecé a tratar de ponerla en práctica, todo el chiringuito se me vino abajo. Hay cosas bellas que solo duran un pequeño instante y al minuto siguiente, se hacen feas y horribles. Yo por mí no apostaría ni un centavo, porque soy un ser cambiante que se mueve con las mareas. Ya me gustaría a mí ser totalmente independiente y poder observar la luna sin que me influya en la toma de mis decisiones. En mí influyen: las mareas, la luna, el viento o la brisa marina, la estación del año y hasta la música que escucho...y de toda esa amalgama de temas y con un poquito de juicio (tampoco tengo mucho), voy decidiendo y tomando postura. Yo me creo que voy resolviendo asuntos y temas y alguno resolveré, pero desde luego no son todos los que tengo pendientes y porque tengo tantos acumulados, que 20 decisiones en el mismo día, serían como el aperitivo que a veces nos hacemos antes de comer.
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