COSAS DE BARRIO


Hoy es martes y podía ser un día cojonudo, que de momento no lo es pero tampoco es lo contrario. El tiempo dirá como coño será este día de hoy, mejor dicho, el tiempo no decide nada, el que decides eres tú y tus circunstancias. El tiempo sólo pasa y a veces, te hace madurar en tus decisiones y otras veces, te las escaralla y destroza, pero todo porque has dado un buen o mal paso. Y todos tropezamos y algunos nos levantamos. Yo, soy de ese ramo, me he levantado un millón de veces del fondo del pozo y hasta que volví a asomar mi cabeza por encima del agujero, tuve que luchar sin descanso. Soy un luchador nato. Mis armas son mis manos, mis balas son mis ideas y cuando disparo (y perdónenme ustedes por tanta referencia belicista) voy directo a la diana. En el fondo, somos muchos los que nos decimos esto y pocos somos los que sobrevivimos en medio de esta jungla llamada, vida. De pequeño me decían, no te tires desde el pajar y yo como era muy obediente, en cuanto ellos se daban la vuelta enseguida me tiraba. Aprendí pronto a desobedecer las órdenes de yo ordeno y mando y porque tú eres un mierdecilla de niño. Nadie me enseñó a desobedecer, no hay una escuela que te enseñe, a no ser que a la calle la consideres escuela. La desobediencia se contagia y más si vives rodeado de reglas impuestas y de porqué yo lo digo. En el barrio se aprende más que en ningún colegio y más cuando en mis tiempos no había nada que entretuviera el cerebro, no había tele, ni internet y los libros eran para cuatro intelectuales que precisamente ninguno de ellos vivía en mi barrio.

El tedio y el aburrimiento presidían nuestra vida de barrio. Las piedras de la calle eran nuestros principales aliados y los pájaros y los gatos y perros callejeros nuestras dianas preferidas. Éramos así de salvajes, pero tenías que serlo si no querías quedarte marginado. Las burlas sobre los defectos de los demás, eran el pan de cada día. El débil y delicado o era maricón o estaba amariconado. Llorar estaba prohibido y porque denotaba debilidad extrema. Hacíamos patria de nuestro propio barrio y un tío de fuera, era sospechoso y hasta que demostrase lo contrario. Mentes míseras y penosas y en donde la solidaridad brillaba por su ausencia. Y con éste nivel educativo ¿como iba a salir yo?. Desde luego buen chaval, pues no. Y sortear tu mente entre tanta mente deforme, era un arte casi imposible de hacer. Con el paso del tiempo y visto todo esto con la perspectiva suficiente que te da el tiempo y la distancia, es cuando te empiezas a plantear que así no, que la vida no puede tan vil, pueril y primaria. Y es cuando empiezas a pensar que hay otros mundos muy diferentes al que has vivido en tu barrio de mierda.

Pero señores y señoras ese fue en parte mi proceso de aprendizaje y tuve que pasar por el aro y ser otro gallito más en un barrio lleno de gallitos. Tampoco me metí a delincuente, ni a chorizo, ni me convertí en un asesino y porque una vez liberado del yugo de mi barrio y viendo que afuera había otros mundos, me pudo la curiosidad por el saber y empecé a leer todo lo que caía en mis manos y me puse a procesar mis pensamientos y a buscar alternativas a esa vida de barrio. Y resulta que las había, que existía un mundo poco o nada agresivo donde se respetaba lo diferente y donde llorar no estaba mal visto. Dí un salto en el vacío y aterricé en éste nuevo mundo. Y desde esas y con altos y bajos, seguí esa trayectoria que me ha llevado hasta hoy.



































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