Explicarte a tí... hijo mío,
explicarte el funcionamiento de la vida
sería como contarte una historia interminable.
Además,
desconozco los mecanismos íntimos de su funcionamiento,
y que es lo que nos impulsa a seguir viviendo,
si será el día a día
si será la luz del sol
o será el influjo de la luna.
Pero hay algo de nosotros,
que desconocemos,
pero que nos aferra a la madre tierra
con manos y dedos
y como si fueran raíces aferradas a la tierra.
Hay una especie de simbiosis catártica
entre el ser humano y la madre tierra,
que nos hace ser únicos, impredecibles, sensibles e inteligentes.
Dicen que los rasgos de cada uno están impresos en el ADN
y deben estar grabados a cincel y martillo,
porque cuando uno se pierde,
siempre aparece el instinto primario
que te hace subir el próximo peldaño
o cuando te sientes más hundido y acabado,
el te sacará a flote y la corriente se encargará
de trasladar tu cuerpo malherido.
En fin hijo mío,
somos gigantes con pies de barro,
somos seres delicadamente delicados,
somos sensibles y a veces, sensibleros,
nos va la lágrima fácil y el guión de un amor perdido.
Como te voy a pedir a tí... hijo mío
que me comprendas hasta en mis peores actos.
Lo único que nos diferencia... hijo mío
es la experiencia
de mis largos años de vivencias
y eso me da poso y sedimenta mi propia autoestima,
pero desde luego...hijo mío
eso no me da la clave del porqué de nuestra existencia..
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