ANÉCDOTAS Y PEQUEÑAS HISTORIAS

 

No me queda otra, que coger aire a fondo y respirar tranquilamente y pausadamente. Dicen que la respiración es fundamental para poder tranquilizarse y aunque claro, si te tomas un fuerte tranquilizante, sedante e hipnótico, se supone que el efecto será más automático y por tanto, será más rápido y mucho más potente. Yo siempre fuí de la rama filosófica de lo automático y supongo que será por esa parte de adicto que tengo conmigo y porque al adicto le entusiasma lo que sea más rápido y por supuesto, lo más potente que haya. Que yo recuerde no me hice adicto a nada, hasta los 25 años y porque esa edad se me cayó todo el suflé que hasta ese momento tenía montado y como ya dije varias veces, hasta ese momento me había alimentado de todo lo revolucionario y es de suponer que esa era mi droga en aquellos momentos. Apenas bebía o lo hacía muy de vez en cuando y las únicas drogas que había tomado, eran las anfetaminas, pero como las tenía completamente asociadas al estudiar, pues pasaba que solo las tomaba para los exámenes finales y porque de los exámenes parciales pasaba dos pueblos. Ahora bien en dos meses me zampaba anfetas por un tubo y estaba 20 horas seguidas estudiando y apenas dormía una hora o dos al día y caía en los brazos de morfeo de puro y absoluto cansancio. Me despertaba echo polvo y como si me hubieran dado una paliza a palos durante varios días. Y después, cuando me despertaba era la hora de comer y todo se cubría de cafés y cafés por aquí y cafés por allá y cafés después de comer (si aquello se le podía llamar comida y porque era una auténtica bazofia, aparte de que en sí, las anfetas te quitaban las ganas de comer) y algo estudiaba por la tarde, pero mi verdadera hora bruja era sobre las 7 de la tarde y porque era cuando me tomaba mi dosis de anfeta diaria. Que al principio de cuando empecé a estudiar mi carrera universitaria, eran muy fáciles de conseguir e ibas a la farmacia de turno (a cualquiera de ellas), las pedías, te las daban y las pagabas y todo sin ningún problema por el medio. Pero como pasa siempre, tanto ir el cántaro a la fuente que se acaba rompiendo y empezaron a pedir receta médica y eso complicaba la cosa muchísimo, pero siempre había trucos para salvar ese obstáculo, como inventarte que estabas deprimido y porque de aquellas las anfetas se usaban entre otras cosas, para la depresión.

Más tarde quitaron del mercado las buenas y las mejores (que eran las del principio) y pusieron otras que entre otras cosas te hacían mear cada cuarto de hora y eso en pleno estado anfetamínico era una gran pérdida de tiempo y por eso a veces usábamos orinales y para no tener que levantarte del sitio ni para mear, salvo cuando el orinal estaba a punto de rebosar. Después y más tarde, también quitaron éstas anfetas meonas y se inventaron otras, que no te hacían ir a mear tantas veces, pero su efecto te duraba un poco menos y ya el tema de la receta médica se iba haciendo más complicado, pero como todo medicamento se usaba para algo (en teoría para curar algo que previamente fue diagnosticado), pues la fórmula era muy fácil, tú te aprendías los síntomas de esa enfermedad en cuyo tratamiento estaban indicadas las anfetas y como normalmente eran enfermedades tipo psicosomáticas y por tanto no demostrables analíticamente ni por un TAC o una RMN, pues tu médico te creía y porque te tenía que creer. Aparte que siempre había algún compañero que iba unos cursos por delante de tí y en cuanto él acababa, allí estabas tú y unos cuantos más, pidiéndole que te recetara anfetas.

Y vamos aclarar una cosa, no todas las asignaturas de mi carrera fueron aprobadas gracias a las anfetas y porque las anfetas fueron una gran ayuda para estudiar mejor y más horas, pero hubo una buena cantidad de asignaturas que las aprobé a pelo. No sé como decirlo, pero previamente tenías que tener la voluntad de querer estudiar y porque había señores que se las tomaban para salir de marcha y hasta había otros, que se las tomaban para en teoría estudiar y después se pasaban toda la noche contando chistes o anécdotas y claro al tercer día y noche de estudiar con él, lo tenías que cortar en seco y aquí mi querido amigo, hemos venido a estudiar y si no estás de acuerdo, ya sabes donde está la puerta.















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JULIO CORTÁZAR