LUCIÉRNAGAS

Lo de escribir es algo demasiado íntimo, es algo que tengo que hacer solo y sentado en mi mesa de trabajo y usar la misma silla, aunque lo de la silla, hay que ir pensando en cambiarla, pues ha sufrido demasiado desgaste por tantas horas, días, meses y años en que tuvo que sufrir todo mi peso y hasta hubo algún año en fuí una tonelada andante. Al principio de todo (hace 13 años) después de hacer un escrito o un poema, me daba igual quién lo leyera y porque de aquellas, el tema de la escritura era más bien terapéutico y el hecho del escribir me odenaba las ideas y también, me relajaba, aunque después y más tarde, mi primera pretensión, seguía siendo la parte terapéutica del tema, pero poco se le fue añadiendo algo con lo que no cantaba al principio y ese algo era que cuantos más personas me leyeran, me sentía mucho mejor. Y porque antes no y después, sí. Buena pregunta, mi querido camarada, pero la respuesta es más que clara, en el fondo y en la superficie busco la fama que me llevará a no sé donde. Fama y pasta y reconocimiento y miles de libros vendidos y firmados en las mejores ferias del libro del mundo. Perdón señor Bruno me puede usted dedicar éste libro y es que he leído todo de usted y me encanta su estilo y el como describe las cosas. También podría decir que todo esto es producto de un sueño de una noche de verano y en la que no quiero que me estorbe la gente, que las masas me apabullen y me asfixien, que me arranquen la ropa y que besen mis calzoncillos. Falsa modestia hay mucha y a todo dios le va la vaina de la pasta y de la fama y que los fans te coman la polla y en rigurosa fila india. Falsa modestia de un tío honrado y modesto y quizá llegue algún día en que me transforme en lo contrario de lo que hasta ahora he sido, pero a éstas alturas de mi vida y en la que me quedan cuatro telediarios, dudo y mucho que yo me convierta en un engreído capullo sideral. Quizá hace 40 o 30 años podía ser una verdadera tentación, pero ahora que soy un viejo pellejo, la fama me sirve de alfombra para limpiar las suelas de mis zapatos y la pasta para limpiarme el culo y como en mi sueño, llegaría a tener tanta, pues el resto para mi buchaca y para invertir en bolsa.
Radicalicémonos, seamos lo que hasta ahora nunca pudimos ser. Dicen que la edad te hace más conservador y yo puedo decir todo lo contrario, el paso de los años y en la última etapa de mi vida (porque seguro que no habrá más), me han insuflado de ánimos y me han dado unas fuerzas mentales y espirituales que nunca tuve o que si tuve, pero que hasta ahora nunca quise reconocer que las tuve (físicas no, claro). Podía decir que estoy llegando al culmen en mi forma de ser y de estar por la vida. Me siento consecuente con lo que pienso y digo. No admito dar la mano a un soplapollas que se creen que están por encima de mí o de nosotros o de todos. No viajo porque aunque me guste ver y observar cosas preciosas, no me compensa padecer las incomodidades de un viaje. Mi sala de estar, mi mesa de escribir, mi baño, mi cagadero, mi cama, mi almohada, mis plantas y la luz de mis flexos y porque ese es mi secreto, me siento encantado entre mis cuatro paredes. Y que nadie piense en que estoy esclavizado a ésta casa y porque si me dejan llevar conmigo mis cuatro cosas a la casa que sea y donde sea, yo me instalo hasta en el fin del mundo y tan contento me quedo.
Dicen que la vida se hace a base de repeticiones y sin ir tan lejos, algo hay de verdad en eso y porque me suenan muchas cosas que ahora estoy viviendo, me suena mi casa antes de vivir en ella, la música envuelve mi alma como antes lo hacía, el viento sigue revolviendo olas y sentimientos, el faro que tengo dentro de mi mente se parece demasiado al que veo todos los días cuando voy a buscar a mi hijo pequeño a su trabajo (se llama, Faro de la isla del Aire), la lluvia al caer sobre mi cara me trae recuerdos de cuando bailaba desnudo en aquella playa recóndita, los pájaros que antes me molestaban, ahora se han convertido en mis amigos y lo único que echo de menos, son las luciérnagas cuando salían de noche en el verano mágico e infinito de mi infancia.

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JULIO CORTÁZAR