Si no salgo de ésta,
y puede que no salga,
me iré al precipicio más alto de la Isla,
y desde allí divisaré por última vez al mundo.
Miraré primero al mar,
y hablaré a sólas con él,
y los dos nos veremos de frente,
de ojo a ojo y de pupila a pupila,
hasta llegar al fondo de cada retina.
Con eso nos llega a los dos,
con eso nos llega y hasta nos sobra,
pues somos seres claros y directos,
somos de verdades a la cara,
y odiamos, los dos, la hipócrita hipocresía.
Después me daré la vuelta,
y saludaré al sol haciendo una genuflexión,
y le pediré que me dé el valor que necesito,
el valor que necesito,
para emprender el camino hacia el infinito.
Por fin extenderé mis brazos hacia el viento,
y cogeré un puñado de su aire,
y le rogaré a él, al viento,
que me dé su último aliento,
y que me empuje,
con todas sus fuerzas,
hacia el fondo más oscuro del precipicio.
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