CONTADOR DE HISTORIAS (Reflexión)

A mi me gusta contar cosas, es más me encanta y por esa razón tan simple disfruto escribiendo. De las razones en que puede apoyarme, no encuentro que ninguna se base en que estoy marcado desde mi tierna infancia, es decir a mí nadie me leía o me contaba cuentos de pequeñito, ni me narraba historias, ni mi madre, ni mi padre, ni el resto de la familia. Entonces deduzco que me gusta contar historias pues precisamente porque nadie me las ha contado. Es una carencia, parecida a la que dan los bancos, pero menos materialista. Y por eso al carecer de ello y quizá también debido a que yo no supe contarselas a mis hijos y por las razones que fueran, pues por eso ahora me estoy despachando y soy un contador de historias.

                         Como más disfruto es cuando atrapo una pequeña idea o palabra y a través de ella hago un desarrollo, entonces me quedo atrapado en mi propia telaraña y me dejo mecer placidamente en ella. Yo no puedo recurrir como otras personas hacen, a que el abuelo le leía o le contaba historias, más bien lo contrario, todo lo imaginativo, en mi casa estaba prohibido. Mi hermano en aquellos tiempos, era el más ensoñador de todos o por lo menos era el que podía expresarlo, digamos que era chichi de mis padres, y debido a sus juegos imaginativos, mis padres me decían, que era un buen chaval pero que vivía en las nubes. ¿Si ellos supieran que nube tenía yo!, que poblada estaba y que juego me daba. Pero yo ni me atrevía a mentar al demonio, ya recibía de sobra sin tener que mentarlo.

                         Envidio a las personas que declaran que les contaban cosas en su infancia, lo envidio, pues creo que en la infancia es el momento ideal para que te cuenten historias, eres como más libre y tú imaginación no está sometida a tantos tabúes que con los años nos van delimitando. Como veis yo me estoy resarciendo y abonando el terreno perdido, lo que demuestra que nunca es tarde si uno llega a saber sus carencias. Descubrirlas no es fácil, a mi me ha llevado muchos años, pero una vez que se descubren, aunque sea a los 56 años, no hay que perder más tiempo y toca arrimar el hombro. De verdad os digo, que todo parece mucho más sencillo cuando has descubierto tú propio vacío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR