Yo no desprecio nada,ni siquiera desprecio al enemigo,
es más lo respeto y lo valoro,
y lo observo a través de mis ojos,
estudio sus movimientos de tropas,
sus gestos, sus pestañeos,
sus carraspeos y no dejo un cabo suelto.
Yo no desprecio nada,
por no despreciar no desprecio al pan reseso,
ni a una miga de pan perdida,
ni a las sobras frías,
ni a la sopa del otro día,
yo no desprecio nada,
y menos si hablamos de comida.
Mi desprecio es raro, y es diferente,
es un desprecio no conocido,
por tanto único y exclusivo,
y sólo va dirigido a los gusanos vivos,
a esos que nos mandan y nos ordenan,
a esos perros rabiosos,
a esos tiburones que devoran todo,
a esos mismos señores que nos iluminan,
a ellos les dedico éste lindo poema,
a ellos y a toda su parentela,
y sin olvidarme de cagarme en ellos,
y por supuesto, en todos sus muertos.
¡Amén!
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