ESPARTANOS

                  Por favor que llueva, que llueva por lo que más quieras, esto no es una Isla es una pecera. Los chorros de sudor caen por todos partes, como caen las estatalatitas en una cueva y el cuerpo, el cuerpo no aguanta más, está agotado. Lo arrastras como buenamente puedes y cuando ves una silla simplemente te desplomas sobre ella. Ahora tengo el polo con esos cercos que dibuja el sudor y me doy asco y lo peor de todo es que te duchas y sales igual de empapado. O sea que no hay forma de librarse de éste castigo divino, la única manera, es que llueva a raudales. Hoy creo que estamos al 100% de humedad y esa ya no es una humedad relativa, es absolutista, es la dictadura que marcan las nubes, el viento y los mares. Porque en éste terreno nosotros somos unos mandados, podemos predecir el tiempo y para eso no siempre acertamos, pero no podemos cambiarlo ni por mucho que queramos.O sea que a joderse y a seguir sudando y no sé si coger un frasco y aprovechar la coyuntura de profusos sudores y llenarlo de mis esencias, "esencias de Bruno, el frescor salvaje del mediterráneo". Con una gota daría para un mes, pues mi esencia es densa y da para mucho.

                                            Claro que si en vez de quejarme tanto, podía meterle estopa al aire acondicionado, pero en éstos tiempos que corren me parece un lujo prescindible. Bueno a lo mejor lo pongo un rato, que tampoco soy un espartano. Y hablando de espartanos, me acuerdo de mi madre, que en paz descanse y su austeridad elevada al cubo. Vivía en una casa vieja y de piedra en Vigo y en pleno invierno aquella casa era una nevera en medio del Ärtico, pues para toda la casa tenía una estufita de butano, sí oís bien, una estufita, pues era pequeñita, de esas que llevan una bombona mini. Por tanto o te arrimabas a la estufa o simplemente te quedabas tieso. Y el colmo de los colmos, era que se duchaba en agua fría. Yo sólo pensarlo me muero, aunque ahora me esté muriendo de lo contrario.
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JULIO CORTÁZAR