LA CLANDESTINIDAD - Parte IV

                         Mi llegada al piso, fue bien acogida por mis compañeros, era una solución para tener que pagar menos. A los pocos días, empezaron a venir chavalas, venían a darme la bienvenida y de paso a darme un buen repaso. Resulta que me precedía la fama. Durante los dos últimos años en Vigo, se habían organizado muchas huelgas y manifestaciones de estudiantes y de todas y en gran parte se me hacía a mi responsable, en parte era cierto, pero seguro que no tanto. Ya se sabe que en esos momentos hacía falta crear líderes y victimas del franquismo. Y a mi de momento me tocó ser el líder de los estudiantes de Vigo y ésta era la fama que me precedía. Yo, por mi parte no me opuse para nada a aquél desfile de tías, era el rey de la selva y aquello era una orgía perpetua. Me dejé querer todo lo que pude y más, yo andaba como flotando entre tetas y más tetas y durmiendo sobre almohadas de pubis, ¡qué más quería!. Después empezaron los exámenes finales y hubo que hincar los codos y ahora lo de follar ya era sólo de vez en cuando.
 
                                   Prosiguió el verano sin muchos cambios, bueno sí, de nuevo volví a Vigo y me puse a currar en la cosecha de manzanas, ¡el kilo a peseta! y a principios de Septiembre, volví a Santiago. El 1 de Octubre de 1975, es una fecha que llevo marcada en el alma, nunca nunca se me olvidará el 1 de Octubre. Ese día me fuí con un amigo y compañero revolucionario, a matricularnos en la Facultad. Cogimos los papeles de las matrículas y nos fuimos a la cita con nuestro contacto. La cita era en una plaza grande y nosotros quedamos en una esquina determinada y al lado de una cafetería muy conocida en Santiago. Pasaron los minutos y el tío no llegaba, empezamos a inquietarnos, ya no sabíamos lo que hacer y ya empezamos a preocuparnos. Para que pasara más rápido el tiempo, nos sentamos en un alfeifer de una ventana y nos pusimos a cubrir la matricula, entonces con los nervios no parábamos de ver hacia donde suponíamos que tenía que venir el tio y a continuación seguíamos rellenado la matrícula.

                                      Era una sucesión, de miradas ansiosas y de escribir a ratos. Estábamos tan atontados, que no reparamos que hacia donde mirábamos con tanta frecuencia, había dos policías nacionales. Y claro, de tanto mirar hacia ellos, se fueron mosqueando y cruzaron la calle y empezó el baile. Como íbamos a una reunión clandestina, íbamos cargados de papeles y escritos y todos muy comprometidos. Así, cuando sacaron el primer papel raro, ya vino de inmediato una furgona con nosecuantos policías y pa dentro y a la Comisaría sin más preámbulos.

                                      La llegada a la comisaría fue interesante y muy bonita. Los policías hicieron una especie de sardana e hicieron un  círculo pero con nosotros en el medio. El primero te daba una buena hostia y llegabas al segundo, el segundo te la daba aún más fuerte y llegabas al tercero y así consecutivamente. Era una noria de hostias, un baile nuevo. Los policías se iban caléntando y ya no preguntaban nada, sólo estaban centrados en nuestras caras. Llegó un momento en que pararon un rato y me acuerdo que mi amigo quiso aprovechar éste momento y les dijo que por favor,
no le dieran en el ojo derecho, pues le habían operado del conducto lagrimal el día anterior. Empezó de nuevo el baile y ahora las hostias iban todas dirigidas al ojo de mi amigo, pronto aquello no era un ojo, era una tomatera. Cuando se cansaron de dar hostias, hubo uno que nos dió una pista de que iba aquello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR