
Bajo el sol de otoño,
cuando las hojas cubren los senderos,
y la luz se difumina en colores ocres.
Cuando los bosques descubren sus secretos,
y la tierra se humedece de ternura.
En esos días otoñales,
yo me encuentro conmigo mismo,
y leo, escribo, medito y creo.
Son días de Otoño,
donde el estaño se convierte en oro,
donde los desiertos se vuelven verdes,
y donde el crepúsculo se tiñe de rojo.
Son días de Otoño,
y si algún día pienso en quedarme sólo,
será un día otoñal,
un día con luz tangencial y viento del Norte.
Si ese día llega,
me encerraré en mi cueva,
y
le diré al viento que sople con fuerza,
le diré a la lluvia que nunca se pare,
y le diré al mar que destroce ciudades.
Yo entonces,
sólo esperaré a que ese día llegue,
yo sólo y metido en mi guarida,
y con un cigarrillo en la boca.
Simplemente lo esperaré,
tranquilo y sereno,
en mi sillón lo esperaré,
yo sólo y dentro del Arca de Noé.
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