LA BOLA DE NIEVE

                 No todo es una fiesta, ni un cachondeo en un yate de 100 metros, también hay momentos malos y ya sé y soy consciente de ello, que los malos son más difíciles de explicar que los buenos. Los buenos es fácil, pues llega con decir, que lo pasé cojonudo o de puta madre o follé como una bestia o que paisaje más bonito, era como estar en el mismo cielo y el agua, el agua estaba como una piscina y caliente, caliente que echaba humo. Así son las cosas, aunque a veces se complican, pero hoy no voy de éste palo y por tanto, vamos al grano. Y el grano está en que al contar las cosas fantasmeamos como locos.

                Y lo que era una ola de un metro, se convierte en una de cuatro metros y el viento era un vendaval que doblaba los árboles y en realidad los acariciaba y a veces los movía un poquito y eso por darle un poquito de cancha y cincuenta mil ejemplos más que podía poner. No sé de que viene esa necesidad de tener que fantasmear, pero existe y ¡de qué manera!.

       Supongo que el primer tío, porque en ésta materia tiene que ser un tío y por cojones y con eso ya lo digo todo, que empezó a tirar de la exageraciones lo hizo sin querer y se notó apretado y por tanto atrapado y al final se vio obligado a seguir fantasmeando.

        Y el tío que empezó éste asunto, se perdió todo el daño que hizo a posteriori, pues gracias a él seguimos padeciendo esa avalancha de mentiras. Y esto ya no hay quien lo cambie, ni lo arregle, pues cada mentira se monta sobre la otra y ahora es una bola de nieve y más grande que un edificio. La famosa bola de nieve y que va creciendo según desciende, pues éste es el verdadero problema, la bola gigantesca en que se convirtió una pequeña mentira allá en la lejanía de los tiempos.

              Pues ya veis las consecuencias de la primera mentira, y todo por culpa de un capullo del paleolítico y que por él y sus mentiras tenemos que seguir mintiendo y todo por qué el listón está y ha quedado alto y tan alto quedó, que ya no sabemos que inventarnos para quedar bien entre los demás mentirosos, que son todos los que nos rodean y empezando por mi mismo. ¡He dicho!.

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JULIO CORTÁZAR