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| CIUTADELLA DE MENORCA |
En realidad a mi me daba igual, pues la Farlopa ahora me la paso por el culo. Pero llamó mi atención que estos inglesitos prepotentes (por lo menos muchos de los que vienen a ésta Isla lo son, pero aclaro que no lo son todos) se pusieran a darle a la Farlopa. Y por el compi, me enteré que ¡¡¡¡¡ madre e hija trapicheaban!!!!!. Sssorpresas te da la vida y la vida te da Sssorpresas.
Uno siempre piensa que el trapichero tiene que ser latino y moreno y de tez tirando a media negra y pelo rizo y ensortijado y canijo y enjuto y supongo que el que le vendió la Farlopa a las Inglesitas de marras, seguramente coincide con mi descripción, pero el trapichero de calle y de la puta calle, eran dos inglesas blanquitas como la nieve y con un buen semáforo en la cara ( como casi todos los ingleses). Al final el guiri, cogió un micro y se puso a cantar en el puto Karaoke. Y ahí dije, ¡Hasta aquí he llegado!, menudos graznidos emitía el tío por su boca.
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Y pensé, ¡que pena de Imperio!. Pero supongo que eso también debieron pensar los indios de la India y no los de Norteamérica, cuando empezaron a comprobar que la sangre de los inglesitos, era al 50 % de Gin y al otro 50% de wiski. Como la de los españoles, pero aquí con su propio ADN, 50% de Rioja y de barrica de roble y el otro 50% ya es más variado y dependiendo de cada Autonomía, puede ser Aguardiente, Anís del mono, Licor de Hierbas, Sol y Sombra, Pacharán o como en ésta Isla, Gin a secas. (perdón si me he olvidado alguno, que seguro).
Y creo que ya no pensé más, simplemente emprendí el camino de mi casa y apurando el paso, pues me moría de ganas de estar al lado de mi estufa de leña y aún así y mientras tanto volví a pensar, ¿realmente merece la pena la noche de juerga y de farra?. Y ni me molesté en contestarme, pues tenía más que clara la respuesta. Qué salgan otros a la noche loca, yo prefiero quedarme con mi pequeño ordenador y así darle vueltas a la vida. Sin más ya llegué a mi casa y le dí caña a la estufa, que ya estaba medio apagada y mi puse a escribir mis últimas aventuras. ¡Joder lo que dio de sí la hora y media de farra!.


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