esas que primero te hieren y que
después te estallan,
o las palabras que no parecen nada
y en realidad son dardos envenenados
y las que se cubren de un velo suave y
tierno,
y son flechas que te atraviesan
y que después te matan.
Y puedo parecer pusilánime y sensible,
pero las palabras son potentes armas,
y que si están bien cargadas de veneno
te pueden hacer demasiado daño.
El don de la palabra,
el don de la palabra no es único, pero
casi,
es de unos pocos y es de unos cuantos,
y una palabra bien dada y en su
momento,
es como dar una estocada,
y en el centro y para dentro,
y después a esperar,
a esperar que el otro se desplome.

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