EL DON DE LA SOLEDAD

Hoy toca Padel, hoy toca Padel ligth y ¡menos mal!. Ya no me considero una fuerza indestructible de la naturaleza o una bestia inhumana, porque en éstos tres últimos años la bajada del cuerpo la he notado y mucho. He notado la bajada que precede a la vejez manifiesta o a la definitiva decrepitud del cuerpo, pero digo del cuerpo que no del alma, porque el alma va aparte del cuerpo y además, el alma se engrandece con el paso del tiempo y quién diga lo contrario, es que no quiere abrir su alma al mundo. Y cuerpo decrépito y alma engrandecida y es una pena que la cosa no estuviera más compensada, pero así es la vida de dura. Y ya tengo que dar gracias por poder seguir jugando al Padel y aunque no llegué a esas pelotas difíciles, si que puedo llegar a las más facilonas.

La verdad es que pienso, que el que no se consuele es que es tonto o estúpido o gilipollas y que no hablo de conformarse, hablo de consolarse. Consolarse es apreciar lo que tienes y estar contento con lo que demuestras y puedes conseguir y conformarse, es quedarse adaptado o rendido a tu nuevo estado y con la pena que siempre pudo ser mejor. La verdadera diferencia está en el factor LUCHA y si te consuelas es porque estás luchando y si te conformas, es porque te has rendido. La diferencia es nítida y evidente y quién piense que con la vejez no hay que luchar, se equivoca. Yo creo que es cuando más se tiene que luchar, pues tienes que luchar contra las quejas de tu cuerpo, contra tus impotencias y las de los demás.

Y por eso llegado éste momento, no vale el yo ya lo he vivido o el yo ya lo he hecho y a mi que me vas a contar que yo no sepa. En la vejez se aprende y se aprende mucho, se aprende a vivir más limitado físicamente, se aprende a adaptar la sapiencia acumulada al nuevo medio físico y sobre todo, se aprende a sacar tus sabias conclusiones y así, poder transmitirlas. Desde luego no es época de buscarse Madres por la vida y de dejarse llevar por falsos consuelos, pero bueno, hay algunos que venden su alma al diablo y todo por tener compañía. La soledad, la soledad se vuelve desgarradora en la vejez y pocos somos capaces de reconvertirla y en fin, hacer de la soledad un don.

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JULIO CORTÁZAR