FINISTERRE

No sé con quién hablaba el otro día, que me recordó mis tiempos de acampadas y porque me explicaba que él en sus tiempos siempre se iba de acampada a los sitios más remotos y me mencionó mi querida playa de Finisterre (Galicia), sí, la que está en el fin de la tierra y que se llama playa da Langosteira y donde junto con otras personas tuve una casa alquilada, una preciosa casa que de jardín tenía el hermoso y bravo mar del Océano Atlántico. Claro, que eso es todo lo que tenía, porque después y fuera de las dos semanas de verano, todo eran chorreos de humedades y de humedades muy profundas y tantas eran que la casa era invivible e infumable. Pero bueno, con las vistas ya llegaba y porque desde allí pude contemplar los mejores temporales de mi vida...y creo, que también de la otra.

Y cuatro días al año celebrábamos el que hiciera y saliera el sol y allí y en la terraza nos retozábamos como lindas lagartijas al puto sol. De todas maneras yo de aquellas no era el que soy ahora o si lo era, pero no lo sabía y porque han tenido que pasar más de 30 años para saberlo. Pues yo de aquellas le daba a todo tipo de drogas, de variopintas y jodidas drogas y por eso y entre muchas cosas, se me escaparon muchos amaneceres y puestas de sol. Y yo las buscaba, pero por el camino me perdía, pero aún así y todo, alguna pillé. Y curraba y curraba limpio de todo y porque hasta en mis peores momentos, supe que para currar había que estar limpio y limpio de todo.

Y la belleza del lugar y sus tonos bestiales y su luz apagada y sus grandiosos acantilados y ese mar embravecido que se llevaba mis pensamientos y mis quimeras y que de aquellas, apenas dejaba restos dentro de mi alma. Claro, que como la Luna esto tiene dos caras y la otra cara, la cara oscura, eran las putas drogas, era quedarte sin luz 4 horas al día, era que de aquellas tenía una novia, que no era novia ni ná y era algo parecido a una profesora que solo sabía dar el coñazo y hablar y de continuo, de sus niños y como si gracias a ella, fueran a aprender algo más...Y eso que...que venga dios y mire como lo intenté, intenté darle un sentido a aquello y como yo estaba más perdido que ella, todo se convirtió en un sinsentido...pero creo que al final se lo tendré que agradecer a dios...y porque al final de mi estancia en Finisterre, la tía me dejó...y no me extraña nada que me dejara y porque de aquellas yo no era nada de lo que soy ahora. Era un tío muy inseguro, muy agresivo, muy resentido y un tío incapaz de comprender que cada uno es un mundo...claro que también tenía mis buenos ratos y era simpático, complaciente y buena gente y cariñoso y tierno...y sobre todo, era gilipollas y por aguantar a aquella novia...

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JULIO CORTÁZAR