Bueno, llegó mi hora de cocinar, de cocinar porque es mi puta obligación, de cocinar porque tengo tres hijos a los que alimentar, de cocinar porque dios me dio esa misión, de cocinar a regañadientes y porque no me considero ningún Master Chef, simplemente soy un puto pringado que tiene que cocinar y yo a eso, no le veo poesía por ningún lado, ni arte en las fogones. Es que no soy un cocinitas, un tío que disfrute con ahora pongo cebolla caramelizada y confituro el pescado y le doy un ligero toque con salsa de roquefort...lo mío no es así, lo mío es mucho más burdo y bestia, es como más primitivo.
Pues nada, que llegó la hora de mi tortura, de mi particular tortura...lo jodido de éste tema, es que a mi me encanta el buen comer o el buen manjar. Disfruto comiendo y más ahora con el paso de los años, antes pensabas que si ahora no comías bien, ya comerías bien otro día o más adelante, tiempo tenías y ahora no, ahora sé que sino aprovecho bien cada majar que pruebo, puede que me lo pierda para siempre, porque dudo y mucho, que en la otra vida haya muchos cocinitas. Ya se sabe, unos nacen para cocinar y otros nacen, para comer sus delicias y a mi me tocó ser uno de éstos últimos.
Ahora, ganas le hecho, porque ya puestos intento hacerlo lo mejor posible, pero eso sí, sin pasarme, vamos, que no se me va la vida en ello. Hago lo justo y necesario para que la comida esté rica y sabrosona y hasta ahí, es a donde llego. Y como todas las cosas que cuestan, el problema está en el principio, en el arrancar, porque después, todo se desliza. Bueno, pues vamos al hoyo...que ante lo que hay hacer, sólo se puede tener una postura: hacerlo y a tomar por culo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario