QUERIENDO MEJOR

No hace falta ser Herodes para que venga alguien y te toque los cojones. Por desgracia, no. Por desgracia cualquier payaso haciendo el mono puede tener ese poder. No hace falta ser Descartes para que te hartes. Llega con el día a día, llega con ir todos los días a comprar comida,
o a desayunar al mismo lugar o cruzar la calle por el mismo sitio, o ¿como no? tropezar siempre con la misma piedra y romperte la crisma por el mismo sitio. Llega con ver los mismos caretos día sí y día también. Y no es que odie a la gente, ni a las personas, ni a los perros...pero señores y señoras todo cansa y harta. Y esos mismos ojos y esos mismos dientes y esa misma mirada de Hiena maloliente como que te quema la sangre.

 Que sí, que no es para ponerse así, que somos seres civilizados, que nuestro lema es el respecto....que sí, que me cago en todo, que mucho respecto pero hay más mierda que respecto, que debemos hablar y entendernos entre todos y que yo soy Bruno y tú el tío Pepe y que mucho bla, bla, blá...pero todos nadamos en la misma mierda. Lo malo de éste barco es quién lleva el timón, porque si ese señor se llama Trump, es que vamos jodidos y destinados al puto deshielo.

La suerte no se regala, la suerte se conquista y punto. La suerte es de los valientes, dicen los cobardes y para que los demás se compadezcan dos veces de los pobres cobardes de mierda. Cada día mi hijo pequeño me enseña a querer mejor, con poco hace milagros y yo me esfuerzo e intento decirle hasta que punto lo quiero. Pero no es fácil, él está aprendido y yo estoy en fase de aprendimiento. De todas formas, a veces me disloco de sentimientos, se me sale un Hombro, se me retuerce la Mandíbula, se me luxa lo que nunca se me ha luxado, la misma vida...

Pero bueno, todo es cuestión de ponerse a saber gestionar las putas emociones de mierda. Yo soy gestor de las emociones y tú ¿qué eres?...pues al lado de un gestor de emociones debes ser un cero a la izquierda. La cuestión es hundirte en terrenos pantanosos y para que jamás levantes cabeza. Ahora bien, ahora y en éste lugar y sitio, tengo que hacer toda una declaración de principios: es todo un honor haber tenido tres hijos y cada uno y poco a poco me fue enseñando a ser mejor en todo, pero el último, el pequeño, el Síndrome de Down me da una nueva lección cada día que pasa. Miguel no te preocupes, ten paciencia, poco a poco estoy aprendiendo a querer mejor, que no más, sino mejor. Miguel, gracias.

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JULIO CORTÁZAR